Por: Nelson Manrique
Respondo al artículo de Daniel Parodi “Haya no es el problema” (LR, 19/8/11). En artículo anterior, Parodi, refiriéndose a la Constitución de 1979, la presentó como la realización de las posiciones que Haya defendió en El Antimperialismo y el Apra (EAA), en 1928: “Sostuvo el joven Haya que había que entenderse con el imperialismo”. Me ratifico en que está equivocado. Como he documentado, en 1928 Haya descartaba cualquier entendimiento con el imperialismo, como lo sostiene todavía en febrero de 1930: “para nosotros, con Marx y con Lenin, el imperialismo es el capitalismo en su forma más moderna, y el capitalismo es la explotación en su forma más refinada, y si nosotros no combatimos al imperialismo, entonces no combatimos al capitalismo, y si no combatimos al capitalismo, entonces no luchamos contra la explotación, y si no luchamos contra la explotación no tenemos derecho de llamarnos ni socialistas, ni comunistas, ni revolucionarios. El Apra es antimperialista porque es anticapitalista”.
Según Parodi, yo presento a Haya “revolcándose en su maquiavelismo y frotándose las manos esperando la muerte de Mariátegui para entonces ejecutar su sibilino plan de virar hacia la derecha”. Como recurso polémico, este es más bien penoso. Es obvio que, salvo que convirtiéramos a Haya en adivino, ni él ni nadie podía saber que JCM moriría en abril de 1930, y Haya, como todos sus contemporáneos, lamentó la muerte de su brillante opositor.
Lo que he sostenido es que la muerte de Mariátegui dejó a Haya sin ningún oponente de peso, lo que facilitó que luego abandonara el discurso radical. Recién en 1931, un año después de la muerte de JCM, Haya incorporó en su discurso el argumento de que el imperialismo tiene un “lado bueno” y otro “malo”, y que se debe negociar con él. Este abandono de su discurso radical abrió el camino a otros virajes más, entre los cuales se incluyó la reunión confidencial con el embajador de EEUU, Fred M. Dearing, para asegurarle que los yanquis no tenían nada que temer de su discurso encendido; el abandono del punto 1º de su programa de 1926 (“acción contra el imperialismo yanqui”) y su reemplazo por el “interamericanismo democrático sin imperio”; su respaldo a las intervenciones norteamericanas en Corea, Guatemala, Argentina y Cuba, para llegar en los 60 a sostener que el imperialismo ya no existía.
Parodi no ha rebatido mis afirmaciones y se ha limitado a acusarme de “denigrar” a Haya. Como historiadores, más allá de apologías o descalificaciones fáciles, debiera interesarnos reconstruir de la manera más fidedigna posible la historia del Apra, por su evidente impacto en la historia política del Perú contemporáneo.
El equívoco histórico sobre la fecha de la 1ª edición de EAA fue alimentado por el propio Haya. Esta salió en Santiago de Chile en marzo de 1936 (no en 1935: véase EAA 2ª ed., 1936, p. 29, y las decenas de páginas que Haya dedica al tema en su correspondencia con L.A. Sánchez, VRHT y LAS, Correspondencia, vol. 1, 1982, pp. 173-216, y 255). Haya recibió el libro en mayo de ese mismo año y casi inmediatamente empezó a preparar la segunda edición, que salió pocos meses después (ídem, p. 279). Cuando Haya habla de EAA jamás menciona la 1ª edición de Santiago y sólo se refiere a la 2ª, de tal manera que, al escribir sobre su “libro de México, de 1928”, invita a creer que ese año salió la primera edición. Véase la referencia bibliográfica que pone en Treinta años de aprismo: «El Antimperialismo y el Apra, México 1928. 2ª ed. Ercilla, Santiago de Chile, 1936» (VRHT, 1956, p. 19). En las páginas siguientes Haya escribe decenas de veces sobre «mi libro de 1928» (ídem, pp. 23 y ss.). Mal puede llamarse “libro” al manuscrito que afirma haber redactado en esa fecha. Inclusive en un párrafo que Parodi cita, tomado del prólogo a la 3ª ed., de 1970, Haya reitera esta estrategia: “Cuarenta y dos años después de escrito este libro y a los treinta y cuatro de su segunda edición, se publica ahora en una tercera” (el subrayado es mío).
Haya, como todo humano, más allá de ser un gran líder, tuvo virtudes y defectos. Sólo restituyéndole su dimensión humana podrá valorárserlo cabalmente.