sábado, 5 de marzo de 2011

La ruta del cebiche en Cañete


Veda de conchas negras y camarones no tiene por qué afectar al turismo gastronómico. Una guía para saber qué ver y comer en estas zonas.

SUR CHICO
La provincia de Cañete está favorecida por el río que lleva el mismo nombre. Es una provincia conformada por 16 distritos, cada uno con atractivos imperdibles.

¿Qué comer? En San Vicente de Cañete se come el mejor cebiche de trucha, dicen los expertos. Este pescado de río y lagunas ha encontrado un sabroso destino sumergido en limón por manos cañetanas. Pero eso no es todo, pues la amplia variedad de cebiches de pescados y mariscos es uno de los puntos fuertes de la provincia. Otra recomendación, con la cual debimos haber empezado de no ser por el período de veda actual, es el exuberante cebiche de camarones, pero, ya saben, paciencia. Otros platos: pato en ají, sopa seca, conejos a la carapulcra, cuy al vino, chicharrones, picarones. Y para beber: vino, pisco y cachina.

¿Qué visitar?
Lunahuaná
. Conocida como la capital turística de Cañete. Aquí se pueden practicar deportes de aventura como canotaje, trekking, ciclismo de montaña y parapente.

Cerro Azul. Histórico balneario y muy concurrido por corredores de tabla, con una notable playa protagonista de algunas obras literarias.

Baños medicinales de Chilca. Las aguas de este balneario poseen, según la tradición popular, propiedades curativas.

DATOS
La veda de conchas negras y camarones dura hasta el 31 de marzo.
El 28 y 29 de marzo se llevará a cabo el Festival de la Vendimia en Santa Cruz de las Flores, Cañete

FIDEL CASTRO: La Guerra inevitable de la OTAN (Segunda parte)


Cuando Gaddafi, coronel del ejército libio, inspirado en su colega egipcio Abdel Nasser, derrocó al Rey Idris I en 1969 con solo 27 años de edad, aplicó importantes medidas revolucionarias como la reforma agraria y la nacionalización del petróleo. Los crecientes ingresos fueron dedicados al desarrollo económico y social, particularmente a los servicios educacionales y de salud de la reducida población libia, ubicada en un inmenso territorio desértico con muy poca tierra cultivable.

Bajo aquel desierto existía un extenso y profundo mar de aguas fósiles. Tuve la impresión, cuando conocí un área experimental de cultivos, que aquellas aguas, en un futuro, serían más valiosas que el petróleo.

La fe religiosa, predicada con el fervor que caracteriza a los pueblos musulmanes, ayudaba en parte a compensar la fuerte tendencia tribal que todavía subsiste en ese país árabe.

Los revolucionarios libios elaboraron y aplicaron sus propias ideas respecto a las instituciones legales y políticas, que Cuba, como norma, respetó.

Nos abstuvimos por completo de emitir opiniones sobre las concepciones de la dirección libia.

Vemos con claridad que la preocupación fundamental de Estados Unidos y la OTAN no es Libia, sino la ola revolucionaria desatada en el mundo árabe que desean impedir a cualquier precio.

Es un hecho irrebatible que las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados de la OTAN con Libia en los últimos años eran excelentes, antes de que surgiera la rebelión en Egipto y en Túnez.

En los encuentros de alto nivel entre Libia y los dirigentes de la OTAN ninguno de estos tenía problemas con Gaddafi. El país era una fuente segura de abastecimiento de petróleo de alta calidad, gas e incluso potasio. Los problemas surgidos entre ellos durante las primeras décadas habían sido superados.

Se abrieron a la inversión extranjera sectores estratégicos como la producción y distribución del petróleo.

La privatización alcanzó a muchas empresas públicas. El Fondo Monetario Internacional ejerció su beatífico papel en la instrumentación de dichas operaciones.

Como es lógico, Aznar se deshizo en elogios a Gaddafi y tras él Blair, Berlusconi, Sarkozy, Zapatero, y hasta mi amigo el Rey de España, desfilaron ante la burlona mirada del líder libio. Estaban felices.

Aunque pareciera que me burlo no es así; me pregunto simplemente por qué quieren ahora invadir Libia y llevar a Gaddafi a la Corte Penal Internacional en La Haya.

Lo acusan durante las 24 horas del día de disparar contra ciudadanos desarmados que protestaban. ¿Por qué no explican al mundo que las armas y sobre todo los equipos sofisticados de represión que posee Libia fueron suministrados por Estados Unidos, Gran Bretaña y otros ilustres anfitriones de Gaddafi?

Me opongo al cinismo y a las mentiras con que ahora se quiere justificar la invasión y ocupación de Libia.

La última vez que visité a Gaddafi fue en mayo de 2001, 15 años después de que Reagan atacó su residencia bastante modesta, donde me llevó para ver cómo había quedado. Recibió un impacto directo de la aviación y estaba considerablemente destruida; su pequeña hija de tres años murió en el ataque: fue asesinada por Ronald Reagan. No hubo acuerdo previo de la OTAN, el Consejo de Derechos Humanos, ni el Consejo de Seguridad.

Mi visita anterior había tenido lugar en 1977, ocho años después del inicio del proceso revolucionario en Libia. Visité Trípoli; participé en el Congreso del Pueblo libio, en Sebha; recorrí los primeros experimentos agrícolas con las aguas extraídas del inmenso mar de aguas fósiles; conocí Bengasi, fui objeto de un cálido recibimiento. Se trataba de un país legendario que había sido escenario de históricos combates en la última guerra mundial. Aún no tenía seis millones de habitantes, ni se conocía su enorme volumen de petróleo ligero y agua fósil. Ya las antiguas colonias portuguesas de África se habían liberado.

En Angola habíamos luchado durante 15 años contra las bandas mercenarias organizadas por Estados Unidos sobre bases tribales, el gobierno de Mobutu, y el bien equipado y entrenado ejército racista del apartheid. Éste, siguiendo instrucciones de Estados Unidos, como hoy se conoce, invadió Angola para impedir su independencia en 1975, llegando con sus fuerzas motorizadas a las inmediaciones de Luanda. Varios instructores cubanos murieron en aquella brutal invasión. Con toda urgencia se enviaron recursos.

Expulsados de ese país por las tropas internacionalistas cubanas y angolanas hasta la frontera con Namibia ocupada por Sudáfrica, durante 13 años los racistas recibieron la misión de liquidar el proceso revolucionario en Angola.

Con el apoyo de Estados Unidos e Israel desarrollaron el arma nuclear. Poseían ya ese armamento cuando las tropas cubanas y angolanas derrotaron en Cuito Cuanavale sus fuerzas terrestres y aéreas, y desafiando el riesgo, empleando las tácticas y medios convencionales, avanzaron hacia la frontera de Namibia, donde las tropas del apartheid pretendían resistir. Dos veces en su historia nuestras fuerzas han estado bajo el riesgo de ser atacadas por ese tipo de armas: en octubre de 1962 y en el Sur de Angola, pero en esa segunda ocasión, ni siquiera utilizando las que poseía Sudáfrica habrían podido impedir la derrota que marcó el fin del odioso sistema. Los hechos ocurrieron bajo el gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos y Pieter Botha en Sudáfrica.

De eso, y de los cientos de miles de vidas que costó la aventura imperialista, no se habla.

Lamento tener que recordar estos hechos cuando otro gran riesgo se cierne sobre los pueblos árabes, porque no se resignan a seguir siendo víctimas del saqueo y la opresión.

La Revolución en el mundo árabe, que tanto temen Estados Unidos y la OTAN, es la de los que carecen de todos los derechos frente a los que ostentan todos los privilegios, llamada, por tanto, a ser más profunda que la que en 1789 se desató en Europa con la toma de la Bastilla.

Ni siquiera Luis XIV, cuando proclamó que el Estado era él, poseía los privilegios del Rey Abdulá de Arabia Saudita, y mucho menos la inmensa riqueza que yace bajo la superficie de ese casi desértico país, donde las transnacionales yankis determinan la sustracción y, por tanto, el precio del petróleo en el mundo.

A partir de la crisis en Libia, la extracción en Arabia Saudita se elevó en un millón de barriles diarios, a un costo mínimo y, en consecuencia, por ese solo concepto los ingresos de ese país y quienes lo controlan se elevan a mil millones de dólares diarios.

Nadie imagine, sin embargo, que el pueblo saudita nada en dinero. Son conmovedores los relatos de las condiciones de vida de muchos trabajadores de la construcción y otros sectores, que se ven obligados a trabajar 13 y 14 horas con salarios miserables.

Asustados por la ola revolucionaria que sacude el sistema de saqueo prevaleciente, después de lo ocurrido con los trabajadores de Egipto y Túnez, pero también por los jóvenes sin empleo en Jordania, los territorios ocupados de Palestina, Yemen, e incluso Bahrein y los Emiratos Árabes con ingresos más elevados, la alta jerarquía saudita está bajo el impacto de los acontecimientos.

A diferencia de otros tiempos, hoy los pueblos árabes reciben información casi instantánea de los sucesos, aunque extraordinariamente manipulada.

Lo peor para el estatus quo de los sectores privilegiados es que los porfiados hechos están coincidiendo con un considerable incremento de los precios de los alimentos y el impacto demoledor de los cambios climáticos, mientras Estados Unidos, el mayor productor de maíz del mundo, gasta el 40 por ciento de ese producto subsidiado y una parte importante de la soya en producir biocombustible para alimentar los automóviles. Seguramente Lester Brown, el ecologista norteamericano mejor informado del mundo sobre productos agrícolas, nos pueda ofrecer una idea de la actual situación alimentaria.

El presidente bolivariano, Hugo Chávez, realiza un valiente esfuerzo por buscar una solución sin la intervención de la OTAN en Libia. Sus posibilidades de alcanzar el objetivo se incrementarían si lograra la proeza de crear un amplio movimiento de opinión antes y no después que se produzca la intervención, y los pueblos no vean repetirse en otros países la atroz experiencia de Iraq.

Final de la Reflexión.

Petróleo y gas natural: sustitución y desconexión


Por Humberto Campodónico

El precio del petróleo Brent ha superado los US$ 100/barril. Nadie sabe a ciencia cierta cuál será la evolución futura de los precios, pero las “adivinanzas científicas” dicen que lo más probable es que los precios se mantengan altos en los próximos 3 a 5 años, debido al aumento de la demanda, las restricciones de oferta y los problemas geopolíticos.

Esas son malas noticias para países importadores de petróleo, como el Perú. Actualmente depende en un 65% de petróleo importado, siendo solo el 35% restante de origen nacional. En el 2010 la importación de petróleo y derivados ascendió a US$ 4,063 millones, presionando negativamente la balanza comercial.

Además, no hay perspectivas creíbles que permitan aumentar su producción en el corto plazo. Existen planes de Perenco para explotar el petróleo pesado de la Selva Norte en la frontera con Ecuador. Pero, a pesar de los anuncios –muchos de ellos triunfalistas– la realidad que tenemos es esa: planes, que –en el mejor de los casos– demandarían 4 a 5 años para materializarse. Por eso la alternativa energética más importante en el corto plazo es el gas natural, pues sustituye a los derivados del petróleo en la producción de electricidad, en las fábricas, en los hogares y, sobre todo, en el consumo automotor. Veamos.

En el Perú se consumieron 62 millones de barriles (MMB) de petróleo en el 2009, en sus diferentes derivados: gasolinas, diesel, GLP, residuales y asfalto, entre otros. El consumo de GLP de 12 MMB proviene en casi un 100% de Camisea. Por tanto, allí hay ya un aporte importante a la producción nacional.

Desde el 2005 en adelante, el gas de Camisea representa cerca del 33% del consumo total de energía en el país. El consumo es de 310 millones de pies cúbicos diarios, lo que equivale a 20 MMB por año. Esta cantidad es adicional, ojo, a los 62 MMB de consumo de petróleo. Si consideramos que el 100% del consumo de gas sustituye al petróleo (en realidad el porcentaje es algo menor), con un precio de US$ 80/barril, vemos que los 22 MMB equivalen a US$ 1,760 millones. Cifra nada despreciable, ¿no es cierto?

Hay más. El gas natural es mucho más barato que el petróleo porque existe una “desconexión” entre los precios de ambos (1). Así, cuando el precio del gas está en US$ 4/MMBTU (que es el precio, hoy, del Henry Hub de EEUU) el precio del petróleo debería estar en US$ 24/barril. Pero sucede que, hoy, el precio del petróleo está en US$ 100/barril. Enorme diferencia, ¿no?

Esto quiere decir que el precio del gas es la cuarta parte del precio del petróleo. Dicho de otro modo, el ahorro por sustitución energética de gas por petróleo es enorme. Si esto es así, y lo es, ¿no deberíamos estar propiciando la sustitución masiva de petróleo por gas en todo el Perú, llevándolo, por ejemplo, al sur del país –nuestra región más pobre– mediante el gasoducto andino? De esa manera, el petróleo caro no repercutiría en el alza de la gasolina y, por tanto, en la inflación. Pero hoy sucede lo inverso. Se está exportando el gas de Camisea, que es nuestro pasaporte a la no-dependencia del petróleo caro importado, en lugar de satisfacer la demanda interna. El proyecto Camisea ha sido bueno para el país, pero fue desnaturalizado en los últimos años de Toledo cuando se cometieron delitos para cambiar los contratos y permitir la exportación, lo que ha continuado con este gobierno. En el Siglo XXI la energía seguirá siendo, quizá más que antes, un insumo estratégico para el desarrollo sostenible (siempre y cuando se cumpla con la licencia ambiental y la licencia social). Por eso, es indispensable cambiar, ya, la actual “política” energética.

(1) Para una explicación detallada, ver “La desconexión entre el precio del petróleo y el gas”, www.cristaldemira.com, 31/07/2010.