Por Humberto Campodónico
En la inauguración de la planta de licuefacción de Pampa Melchorita, Alan García ha dicho que se generarán más de US$ 1,000 millones anuales por exportación y US$ 310 millones anuales en impuestos y regalías. Esas cifras son irreales porque corresponden a un precio de US$ 4 dólares por mil pies cúbicos (mpc) en boca de pozo en momentos en que, por los bajos precios internacionales del gas, el Consorcio Camisea está facturando el gas para exportación a solo US$ 0.50 por mpc.
Más bien la cosa es al revés. Con la exportación del gas el Perú pierde dinero hoy y, también, en el futuro. Pierde hoy porque aquí el gas para las centrales eléctricas se vende a US$ 1.50 por mpc, mientras que los industriales pagan US$ 2.50 por mpc. Y se pierde en el futuro porque cuando se acabe el gas, vamos a tener que “recomprarlo” no al precio de exportación de hoy (US$ 0.50 por mpc) sino al precio de importación que está en US$ 10 a 12 por mpc, que es lo que pagan Chile y Argentina.
Si bien ya es un verdadero escándalo que el gas se exporte a un precio menor al que pagan los peruanos, lo peor es que, debido a la exportación, existe racionamiento de gas para los consumidores peruanos. Esto se debe a que, en una campaña de desinformación flagrante, el gobierno infla las reservas de gas porque añade a las reservas probadas lo que se llama las “cantidades recuperables” de gas de los yacimientos.
La cuestión de fondo es que solo se pueden comercializar las reservas probadas y no las “recuperables”. Así, como el gobierno va a “guardarle” a México el 47% de los 8.9 billones de pies cúbicos de reservas probadas, lo que sucede es que los peruanos vamos a tener que esperar que las reservas probadas se conviertan en “recuperables”. Y aquí la pregunta es, ¿por qué no esperan los mexicanos, si el gas es nuestro? ¿Dónde queda la frase de García del 28 de julio cuando dijo que solo se exportaría si primero se abastece al mercado interno? En el basurero de la historia.
Pero hay cosas peores. El gas que se va a exportar proviene de los “regalos de Dios” que nos dejó la Shell, empresa que invirtió US$ 520 millones en los Lotes 88 y 56, encontró gas que no pudo explotar –por diversas razones–, motivo por el cual este revirtió gratis al Estado. Por eso, cuando en el 2000 se firmó el contrato por el Lote 88 se dijo de manera expresa que estaba destinado al mercado interno y, mejor aún, que tenía precios regulados (más bajos) para tener energía barata y fomentar la competitividad.
En la inauguración de la planta de licuefacción de Pampa Melchorita, Alan García ha dicho que se generarán más de US$ 1,000 millones anuales por exportación y US$ 310 millones anuales en impuestos y regalías. Esas cifras son irreales porque corresponden a un precio de US$ 4 dólares por mil pies cúbicos (mpc) en boca de pozo en momentos en que, por los bajos precios internacionales del gas, el Consorcio Camisea está facturando el gas para exportación a solo US$ 0.50 por mpc.
Más bien la cosa es al revés. Con la exportación del gas el Perú pierde dinero hoy y, también, en el futuro. Pierde hoy porque aquí el gas para las centrales eléctricas se vende a US$ 1.50 por mpc, mientras que los industriales pagan US$ 2.50 por mpc. Y se pierde en el futuro porque cuando se acabe el gas, vamos a tener que “recomprarlo” no al precio de exportación de hoy (US$ 0.50 por mpc) sino al precio de importación que está en US$ 10 a 12 por mpc, que es lo que pagan Chile y Argentina.
Si bien ya es un verdadero escándalo que el gas se exporte a un precio menor al que pagan los peruanos, lo peor es que, debido a la exportación, existe racionamiento de gas para los consumidores peruanos. Esto se debe a que, en una campaña de desinformación flagrante, el gobierno infla las reservas de gas porque añade a las reservas probadas lo que se llama las “cantidades recuperables” de gas de los yacimientos.
La cuestión de fondo es que solo se pueden comercializar las reservas probadas y no las “recuperables”. Así, como el gobierno va a “guardarle” a México el 47% de los 8.9 billones de pies cúbicos de reservas probadas, lo que sucede es que los peruanos vamos a tener que esperar que las reservas probadas se conviertan en “recuperables”. Y aquí la pregunta es, ¿por qué no esperan los mexicanos, si el gas es nuestro? ¿Dónde queda la frase de García del 28 de julio cuando dijo que solo se exportaría si primero se abastece al mercado interno? En el basurero de la historia.
Pero hay cosas peores. El gas que se va a exportar proviene de los “regalos de Dios” que nos dejó la Shell, empresa que invirtió US$ 520 millones en los Lotes 88 y 56, encontró gas que no pudo explotar –por diversas razones–, motivo por el cual este revirtió gratis al Estado. Por eso, cuando en el 2000 se firmó el contrato por el Lote 88 se dijo de manera expresa que estaba destinado al mercado interno y, mejor aún, que tenía precios regulados (más bajos) para tener energía barata y fomentar la competitividad.
El tema es que, en el 2003, algunos socios del Consorcio Camisea (entre ellos Hunt Oil y SK) le echaron el ojo al Lote 56 para exportar ese gas. Pero como las reservas del Lote 56 eran muy pequeñas no se les ocurrió mejor cosa que conseguir “prestarse” dos billones de pies cúbicos del Lote 88 y tener la cantidad de reservas necesarias (en total 4 bpc) que le permitan la exportación por 18 años por un total de 4.1 bpc.
Para lograrlo, se tuvo que cambiar todo el ordenamiento legal vigente, que no permitía la exportación del gas del Lote 88, pues se exigía garantizar el abastecimiento del mercado interno por un “horizonte permanente” de 20 años. La Ley 28552 de junio del 2005 lo cambió para que solo se diga 20 años y, a los pocos meses, se dio el DS 050 2005 EM, que autorizó a Perupetro a incluir una addenda en el contrato del Lote 88 para que ese gas se pueda exportar. Un faenón “avant la lettre”, ni más ni menos.
Por eso, lo que ha sucedido ayer no es otra cosa que el final de la crónica anunciada de un despojo, me atrevería a decir que el mayor de los tiempos recientes, consagrado como “virtuoso” por Alan García y la plana mayor de la élite empresarial. Esperemos, también, que este triste final sea, al mismo tiempo, el punto de partida de la recuperación del gas de Camisea para los peruanos, para lograr nuestra independencia energética y tener una palanca que permita nuestro desarrollo sostenible en el siglo XXI. La cosa recién comienza.