jueves, 4 de febrero de 2010

Mírennos (Referente a la Teta Asustada)

Por: MIRKO LAUER

La teta asustada es, por derecho propio, un lugar de la memoria. Al menos produce la misma perplejidad, furia incluso, entre las derechas racistas del Perú. En esos sectores los reconocimientos internacionales a la cinta son enfrentados con un silencio sepulcral, o aceptados a regañadientes. No les gusta el tema, no les gusta el tratamiento que se le da.

La película trae un mensaje de sanación (los efectos traumáticos de la violencia más infame pueden ser superados), e invita a pensar la tragedia peruana de los años 80-90 no como una abstracción, sino caso por caso. Los criminales mismos no aparecen en esta historia, solo sus víctimas, que son los héroes de la obra.

Contra lo que algunos de sus críticos piensan, es poco probable que La teta venga siendo premiada en el exterior por poner en vitrina las miserias de la barriada peruana, llaga social que compartimos con más de 100 países. Tampoco se trata de la conspiración de una internacional caviar que promueve confesiones tercermundistas.

El Oscar del año pasado a Slumdog Millionaire, la película hindú, muestra que los gigantescos universos marginales de la pobreza urbana han sido asimilados como tema por la globalización. Aunque también allá hubo quejas de cuidadores de la imagen, molestos porque se les estaba sacando los taparrabos al aire.

Además de su calidad cinematográfica, el argumento más fuerte para los ya numerosos premios de La teta en el exterior es su profunda cala en el tema de las vesanias contra la mujer. Se trata, entonces, de la universalidad del tratamiento. Sin duda la parte que nos toca es peruanísima. Nueve asesinadas en enero 2010, hasta donde se sabe.

Pero la cinta tiene cosas más positivas que decir sobre el país. Si bien ella no es la primera en percibir el fenómeno, el manejo que hace Claudia Llosa de cómo la chicha urbana intercambia valores traumáticos con la cultura rural andina está en el centro del proceso nacional de hoy. Hay algo de propuesta utópica en la salvación del personaje Fausta.

No es solo la violación de su madre embarazada de ella lo que lleva a cuestas la protagonista, sino por supuesto también el profundo desprecio (y autodesprecio) por la sociedad indígena de los sublevados de 1980-1992 y sus represores. Ambos bandos se tomaron libertades propias de los contextos de un racismo que niega la condición humana de la víctima.

La nominación de La teta es un momento de gran alegría para los peruanos. Pero es inevitable que sintamos un orgullo mezclado con algo de congoja, tanto si nos podemos ver en la pantalla como si no. El mal de Fausta no se cura con el olvido, sino precisamente con el ejercicio equilibrado de la memoria. Que es el arte de Claudia Llosa, ciertamente

La Teta Asustada deja a nuestra gente como bárbaros

Por ALDO MARIÁTEGUI

Como una persona que no es envidiosa y se alegra de los triunfos ajenos (aún más si es de compatriotas), me pareció bacán que La teta asustada haya sido nominada para el Oscar a la mejor película extranjera. Reconozco que en lo formal está muy bien hecha y trata de expresar una profunda sensibilidad, pero no me voy a subir ahora al carro de los aplausos de los convenidos y reitero -por más que se me vengan encima, como la vez pasada que la cuestioné- que no me gustó porque deja a nuestra gente como bárbaros que meten muertos debajo de sus camas o se introducen papas en la vagina con pasividad médica, como si eso fuera lo más normal. Me repelió esa mirada de poético safari sociológico, de National Geographic antropológico de la directora, como en esa escena de la fiesta que los pinta como pintorescos hombrecillos, casi como monitos festivos. Se me dirá que es nuestra tercermundista realidad, pero me jode en mi orgullo como peruano que eso se use para lograr premios. La verdad, dice muy poco de la dignidad y autoestima nacional que los sectores retratados no se den cuenta cómo esa mirada de limeñita blanca metida a intelectual los deja frente a los demás, sobre todo en el extranjero. Como bárbaros ignorantes. Es mi opinión y tengo todo el maldito derecho de expresarla, por más impopular y antipática que sea.

Aprender de Haití

Por Ignacio Ramonet


Por muy "natural" que parezca, ninguna catástrofe es natural. Un seísmo de intensidad idéntica causa más víctimas en un país empobrecido que en otro rico e industrializado. Ejemplo: el terremoto de Haití, de magnitud 7,0 en la escala de Richter, ha ocasionado más de cien mil muertos, mientras que el de Honshu (Japón), de idéntica fuerza (7,1), acaecido hace seis meses, apenas provocó un muerto y un herido.

"Los países más pobres y los que tienen problemas de gobernabilidad están más expuestos a riesgos que los otros", confirma un reciente informe de la ONU (1). En una misma ciudad, el impacto humano de una calamidad puede ser muy distinto según las características de los barrios. En Puerto Príncipe, el seísmo se ensañó con las desvencijadas barriadas populares del centro. En cambio, los distritos privilegiados de la burguesía mulata comerciante apenas padecieron estragos.
Tampoco son iguales los pobres ante la adversidad. La Federación Internacional de la Cruz Roja sostiene que, en caso de desastre, "las mujeres, los discapacitados, los ancianos y las minorías étnicas o religiosas, víctimas habituales de la discriminación, son más castigados que los demás" (2).

Por otra parte, aunque un país no sea rico, si se dota de una política eficaz de prevención de catástrofes puede salvar muchas vidas. En agosto de 2008, el ciclón Gustav , el más violento de los últimos cincuenta años, azotó el Caribe con vientos de 340 kilómetros por hora. En Haití mató a 66 personas. Sin embargo, en Cuba no causó ninguna víctima mortal...

¿Es Haití un país pobre? En verdad, no hay países pobres; sólo existen "países empobrecidos". No es lo mismo. En el último tercio del siglo XVIII, Haití era la Perla de las Antillas y producía el 60% del café y el 75% del azúcar que se consumía en Europa. Pero, de su gran riqueza sólo se beneficiaban unos 50.000 colonos blancos, y no los 500.000 esclavos negros que la producían.

Invocando los nobles ideales de la Revolución Francesa, esos esclavos se sublevaron en 1791 al mando de Toussaint Louverture, el Espartaco negro . La guerra duró trece años. Napoleón envíó una expedición de 43.000 veteranos. Triunfaron los insurrectos. Fue la primera guerra racial anticolonial y la única rebelión de esclavos que desembocó en un Estado soberano.

El 1 de enero de 1804, se proclamó la independencia. Sonó como un aldabonazo en el continente americano. Los esclavos negros demostraban que, por su propia lucha, sin la ayuda de nadie, podían conquistar la libertad. Afro-América emergía en la escena política internacional.

Pero el "mal ejemplo" de Haití -así lo calificó el Presidente de Estados Unidos, Thomas Jefferson- aterrorizó a las potencias que seguían practicando la esclavitud. No se le perdonó. Y nadie reconoció, ni ayudó a la nueva república negra, pesadilla del colonialismo blanco. Aún hoy, el viejo terror no ha desaparecido. Pat Robertson, telepredicador estadounidense, ¿no acaba acaso de afirmar: "Miles de hatianos han muerto en el seísmo porque los esclavos de Haití hicieron un pacto con el diablo para obtener su libertad" (3)?

El nuevo Estado independiente fue boicoteado durante decenios con la idea de "recluir la peste" en ese país. Haití cayó en guerras civiles que arrasaron su territorio. Se perdió la necesaria etapa de construcción de un Estado-nación. Institucionalmente, a pesar de la gran calidad de sus numerosos intelectuales, el país quedó estancado.

Después vino el tiempo de la ocupación por Estados Unidos que duró de 1915 a 1934. Y de la guerra de resistencia. El héroe de la rebelión, Charlemagne Péralte, fue crucificado por los marines , clavado en la puerta de una iglesia... Washington acabó por ceder Haití a nuevos dictadores, entre ellos: Papa Doc Duvalier, uno de los más despóticos.

En los años 1970, aún gozaba Haití de soberanía alimentaria, sus agricultores producían el 90% de los alimentos que consumía la población. Pero el Plan Reagan-Bush, impuesto por Washington, obligó a suprimir los aranceles sobre la importación de arroz, producto básico del cultivo local. El arroz estadounidense, más barato porque estaba subvencionado, inundó el mercado local y arruinó a miles de campesinos que emigraron en masa a la capital, donde el seísmo los ha atrapado...

La única experiencia de gobierno realmente democrático, fue la de Jean-Bertrand Aristide, dos veces Presidente (1994-1996 y 2001-2004). Pero sus propios errores y la presión de Washington lo empujaron al exilio. Desde entonces, de hecho, Haití se halla bajo tutela de la ONU y de un conglomerado de ONGs internacionales. El Gobierno de René Préval ha sido sistemáticamente privado de medios de acción. Por eso resulta absurdo reprocharle su inoperancia ante los efectos del seísmo. Hace tiempo que el sector público fue desmantelado y sus principales actividades transferidas, si eran rentables, al sector privado, o a las ONGs cuando no lo eran. Antes de convertirse en el Ground Zero del planeta, Haití ya era el primer caso de "colonialismo humanitario". La tragedia reforzará la dependencia. Y por consiguiente las resistencias. El "capitalismo de choque", descrito por Naomi Klein, hallará una nueva ocasión de reclamar -en nombre de la eficacia- la privatización integral de todas las actividades económicas y comerciales ligadas a la reconstrucción.

Estados Unidos está en primera línea, con sus Fuerzas Armadas desplegadas en una ofensiva humanitaria de gran envergadura. Resultado sin duda de un generoso deseo de socorrer. Pero también de indiscutibles intereses geopolíticos. Washington prefiere invadir Haití de ayuda que ver invadidas sus costas por decenas de miles de boat people haitianos. En el fondo, se trata de la misma vieja obsesión: "recluir la peste"...



Notas:
(1) Riesgo y pobreza en un clima cambiante. Invertir hoy para un mañana más seguro , Naciones Unidas, Nueva York, mayo de 2009.
(2) Informe Mundial sobre los desastres 2009 , Cruz Roja Internacional, Ginebra, julio de 2009.
(3) Christian Broadcasting Network, 14 de enero de 2010.