domingo, 28 de febrero de 2010
¡Todos somos Chile!
Por: Aldo Mariátegui
Toda, toda nuestra solidaridad con Chile tras esta horrenda tragedia que bien pudo tocarnos. Recordemos que ellos se portaron de primera con nosotros cuando ocurrió lo de Pisco (sólo la argentina Cristina Kirchner fue la gran ausente. Seguramente la ex simpatizante montonera pensó que un viento paraca podía despeinarla). Cualquier divergencia entre seres humanos es baladí cuando ocurren estos cataclismos y debemos estar atentos a ayudar en todo lo posible. Los antipáticos de Bachelet y sus mastines/ministros no representan al usualmente muy amable chileno promedio. Y recemos porque la numerosa colonia peruana no haya sufrido daños mayores, aunque por lo pronto ya hay dos muertes de expatriados que lamentar.
Lo típico tras una catástrofe es que te pregunten cómo la viviste. En la tarde del viernes una amiga, usualmente alarmista, me manda un preocupado e-mail, donde me comentaba que temía mucho que hubiese un terremoto en el Perú tras ese fuerte sismo que acababa de sacudir Okinawa.
Según juraba la señora, siempre los sismos de allá (lo mismo me decía en la época de las pruebas nucleares francesas en Mururoa) repercutían acá. La tranquilicé, le dije que eso no pasaba de una leyenda y dejé de pensar en el asunto hasta que otra persona amiga me despertó en la madrugada para avisarme del megasismo chileno -me desperté completamente cuando me informó que fue 8.8 grados y que se había sentido hasta en Buenos Aires- y que la NOOA yanqui hablaba de un posible tsunami en el Perú, lo que no me hizo gracia al estar en un balneario del sur chico.
Tras echar una veloz mirada a internet para confirmar la noticia, hacer unas coordinaciones de trabajo, indagar con las autoridades y avisar a parientes y vecinos, todo en un solo toque, me regresé a Lima tras meter rápido a niño, perro y laptop en el carro, pues como buen creyente que soy de San Prudencio profeso su cauto dogma de que hay pendejos o víctimas sólo porque existen los cojudos. No sólo me preocupaba un posible tsunami (suficiente con lo que leí sobre aquel que arrasó Arica en 1868), sino además que se arme un despelote en la autopista al evacuar. Y de hecho habría que estar en la chamba tras tremenda desgracia. No tuve mayor tráfico, aunque al llegar me contaron que ya mucha gente se estaba viniendo no sólo de la tan envidiada Asia sino hasta de la lejana Paracas. Felizmente, a las pocas horas salimos de la alerta de tsunami, aunque me informaron de retiros del mar y oleajes anómalos en Naplo, Paracas y hasta la Costa Verde. Estuve controlando la Tv a ver si efectivamente un tsunami afectaba a Hawái, lo que felizmente no se dio, aunque lamentablemente tres olas inmensas habían deshecho la isla chilena de Juan Fernández y otras las localidades costeras como Talcahuano (donde está el Huáscar). Y las réplicas están siendo particularmente fuertes. Habla bien de Chile de que haya relativamente tan pocos muertos después de un sismo tan impresionante.
Y esa es la enseñanza. No podemos prevenir catástrofes, pero por lo menos debemos tener un sistema de Defensa Civil que no haga papelones como en Pisco y Cusco. Debemos tener un cuerpo de bomberos bien equipado y no con motobombas de los años 50. Debemos procurar que no se repita un colapso en las comunicaciones como sucedió tras Pisco. También noté esta madrugada cierta falta de reflejos estatales ante la posibilidad de un tsunami. ¿Existen protocolos de actuación ante estas eventualidades?
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