Por Jesús Moreno Abad
El fundador de Wikileaks, tras una semana encarcelado, comparece ante un juez británico para pedir su libertad. Su abogado denuncia que EEUU ha reunido a un jurado en secreto para procesarle. A muchos les recuerda a una historia ocurrida hace 40 años, cuando un hombre llamado Daniel Ellsberg vivió un proceso similar: fue el caso de Los papeles del Pentágono.
30 de septiembre de 1969.
Un analista del Departamento de Defensa de Estados Unidos y ex combatiente de la guerra de Vietnam se revuelve incómodo en su sillón. No puede soportar por más tiempo el silencio de lo que sólo unos pocos conocen ni las mentiras que desde la Casa Blanca utilizan para justificar ante la opinión pública esa guerra en la que participó. Una noche se apropia de un fichero secreto de 7.000 documentos que contiene toda la verdad contada por el propio Gobierno estadounidense y se lo filtra al periódico The New York Times. Eran Los papeles del Pentágono. Se había destapado uno de los mayores escándalos de EEUU.
Dicen las filosofías deterministas que la Historia se repite. No se sabe aún a ciencia cierta si es el caso, pero a muchos estos días les viene a la memoria ese episodio cuando contemplan el acoso político, judicial y empresarial al que es sometido Julian Assange. El fundador de Wikileaks. El hombre responsable de publicar los documentos secretos que revelan torturas y miles de muertes ocultadas en las guerras de Irak y Afganistán, y de poner al desnudo las intimidades y subterfugios (si no fueran lo mismo) de la diplomacia norteamericana y del resto de países. El enemigo número uno de EEUU.
“Todos los ataques que reciben ahora Assange y Wikileaks fueron dirigidos contra mí cuando publiqué los Papeles del Pentágono", no se cansa de repetir estos días Daniel Ellsberg, el hombre que tranquilizó su conciencia y dejó de arañar su sillón el 13 de junio de 1971, cuando se publicaron los primeros artículos sobre Los Papeles del Pentágono. A cambio, comenzó una vida entre sombras.
Perseguido por el FBI. Obligado a entregarse. Encarcelado después. Fue definido por Henry Kissinger, el halcón de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford, como el “hombre más peligroso de América”. Ellsberg fue acusado de posesión no autorizada y robo de documentos secretos, corriendo el riesgo de la cadena perpetua. La Casa Blanca lo acusó de robo, espionaje y conspiración. Él cuenta que había orden de desprestigiar su salud mental, incluso de “incapacitarlo totalmente”, con todo lo que esa afirmación puede suponer en el mundo de los servicios secretos.
Casi 40 años después, otro hombre que ha incomodado hasta el rechinar de dientes a EEUU, Julian Assange, comparece ante un juez británico. Buscado por la Interpol, escondido durante semanas y obligado a entregarse. El 20 de noviembre una alerta roja (máxima prioridad de detención) colgaba del tablón de anuncios de todas las comisarias de policía de Europa.
Lleva una semana entre rejas, acusado de violación y acoso sexual a dos ciudadanas suecas. Su detención coincide con la publicación de los documentos secretos, de las peticiones en el Congreso estadounidense de aplicarle la Ley Antiterrorista y la Ley contra el Espionaje de 1917. Su detención coincide. “Sin más”, dijo el fiscal sueco que solicitó su captura. Suecia, un país con acuerdo de extradición con EEUU. Más coincidencias.
"La vida de Assange está en peligro"
Antes de que el huracán diplomático del cablegate entrara en escena, en verano, Daniel Ellsberg aseguró en una entrevista a la revista The Daily Best que la “vida de Julian Assange está en peligro”. Hablaba en boca de su experiencia. En esa entrevista contaba todos los ataques y coacciones que recibió.
Hace unas horas, Mark Stephens, el abogado británico de Assange, ha asegurado tener constancia de que un gran jurado ha sido formado en secreto" cerca de Washington para examinar los cargos que podrían ser presentados en Estados Unidos contra el fundador de Wikileaks.
La formación de un gran jurado encargado de definir las acusaciones contra una persona es estrictamente confidencial en Estados Unidos. Si la información es verdadera, significa que un proceso para inculparle puede ser inminente.
Quien avisa no es traidor, debe pensar la Administración de Barack Obama. Antes de la publicación de los documentos, el 28 de noviembre pasado, Wikileaks fue atacado hasta hacerlo colapsar y el Departamento de Defensa de EEUU amenazó a Assange sobre las consecuencias de publicar documentos secretos. Desde hace dos semanas repite machaconamente como una sirena que deseaba llevar a Assange a la Justicia, respondiendo a la ley estadounidense contra el espionaje.
Represalias hace 40 años y ahora
En este tiempo, las presiones políticas y económicas contra Julian Assange han pasado de la contundencia a la ineficacia pasando por lo cómico o lo extravagante.
Empezando por lo político. El senador independiente Joe Lieberman, jefe del Comité de Seguridad Nacional de esa cámara, obligó a la empresa Amazon a expulsar a Wikileaks de sus servidores. Un nutrido grupo de representantes y congresistas de EEUU exigió al Gobierno estadounidense que impida visitar la web Wikileaks.org desde direcciones norteamericanas y que elimine esa dirección permanentemente de todo el directorio de Internet. El honorable senador Peter T. King, miembro también del Comité de Seguridad Nacional, pide aplicar a Assange la Ley Antiterrorista. Hasta un asesor del primer ministro canadiense deseó que Assange fuese “asesinado”.
También desde el mundo empresarial ha sufrido ataques, si fuera posible hacer la distinción con el ataque político, pues una de las compañías que han negado sus servicios a Wikileaks, Paypal, ha reconocido hacerlo por presiones del Gobierno estadounidense. Así, le han negado sus servicios el gigante financiero MasterCard y el servicio de pago online Paypal. También Visa. Amazon retiró el alojamiento web a Wikileaks y PostFinance cerró la cuenta de Assange alegando que había proporcionado información falsa sobre su lugar de residencia.
Volviendo a las posibles semejanzas entre Wikileaks y Los Papeles del Pentágono. Algunos senadores norteamericanos han pedido que se investigue al The New York Times, uno de los periódicos elegidos para publicar la filtración. También recuerda a la publicación de Los Papeles del Pentágono. El entonces presidente Richard Nixon aseveró en una conversación que dejó grabada se le oía decir, respecto a la decisión del Times de publicar la historia: “Ese periódico no sabe lo que se le viene encima”.
No bromeaba. Las rotativas del Times fueron detenidas. Después las del The Washington Post que retomó la historia. El Boston Globe, Los Angeles Times... decenas de periódicos decidieron publicar los papeles. Hasta eso recuerda a Wikileaks, donde miles de hackers y seguidores han creado espejos (reproducciones) de la página con la información que contiene para evitar que se la boicotee con un posible cierre o ataque que la deje inoperativa, como se ha intentado hace unos días.
En aquellos días de 1971, Nixon dijo: "Es hora de que este país deje de tratar como héroes nacionales a los que roban secretos y los publican en periódicos". Entonces, tras las detenciones y cierres de rotativas, llegaron los juicios. El 1 de julio, el Tribunal Supremo fallaba a favor de la prensa en un día reconocido como histórico para la libertad de información y el filtrador Daniel Ellsberg quedaba poco después en libertad porque se descubrió que el Gobierno estadounidense cometió prevariación contra él y ocultó testigos. Esa historia tuvo un final feliz. El final de la histora de Julian Assange y Wikileaks está por escribirse.
30 de septiembre de 1969.
Un analista del Departamento de Defensa de Estados Unidos y ex combatiente de la guerra de Vietnam se revuelve incómodo en su sillón. No puede soportar por más tiempo el silencio de lo que sólo unos pocos conocen ni las mentiras que desde la Casa Blanca utilizan para justificar ante la opinión pública esa guerra en la que participó. Una noche se apropia de un fichero secreto de 7.000 documentos que contiene toda la verdad contada por el propio Gobierno estadounidense y se lo filtra al periódico The New York Times. Eran Los papeles del Pentágono. Se había destapado uno de los mayores escándalos de EEUU.
Dicen las filosofías deterministas que la Historia se repite. No se sabe aún a ciencia cierta si es el caso, pero a muchos estos días les viene a la memoria ese episodio cuando contemplan el acoso político, judicial y empresarial al que es sometido Julian Assange. El fundador de Wikileaks. El hombre responsable de publicar los documentos secretos que revelan torturas y miles de muertes ocultadas en las guerras de Irak y Afganistán, y de poner al desnudo las intimidades y subterfugios (si no fueran lo mismo) de la diplomacia norteamericana y del resto de países. El enemigo número uno de EEUU.
“Todos los ataques que reciben ahora Assange y Wikileaks fueron dirigidos contra mí cuando publiqué los Papeles del Pentágono", no se cansa de repetir estos días Daniel Ellsberg, el hombre que tranquilizó su conciencia y dejó de arañar su sillón el 13 de junio de 1971, cuando se publicaron los primeros artículos sobre Los Papeles del Pentágono. A cambio, comenzó una vida entre sombras.
Perseguido por el FBI. Obligado a entregarse. Encarcelado después. Fue definido por Henry Kissinger, el halcón de los presidentes Richard Nixon y Gerald Ford, como el “hombre más peligroso de América”. Ellsberg fue acusado de posesión no autorizada y robo de documentos secretos, corriendo el riesgo de la cadena perpetua. La Casa Blanca lo acusó de robo, espionaje y conspiración. Él cuenta que había orden de desprestigiar su salud mental, incluso de “incapacitarlo totalmente”, con todo lo que esa afirmación puede suponer en el mundo de los servicios secretos.
Casi 40 años después, otro hombre que ha incomodado hasta el rechinar de dientes a EEUU, Julian Assange, comparece ante un juez británico. Buscado por la Interpol, escondido durante semanas y obligado a entregarse. El 20 de noviembre una alerta roja (máxima prioridad de detención) colgaba del tablón de anuncios de todas las comisarias de policía de Europa.
Lleva una semana entre rejas, acusado de violación y acoso sexual a dos ciudadanas suecas. Su detención coincide con la publicación de los documentos secretos, de las peticiones en el Congreso estadounidense de aplicarle la Ley Antiterrorista y la Ley contra el Espionaje de 1917. Su detención coincide. “Sin más”, dijo el fiscal sueco que solicitó su captura. Suecia, un país con acuerdo de extradición con EEUU. Más coincidencias.
"La vida de Assange está en peligro"
Antes de que el huracán diplomático del cablegate entrara en escena, en verano, Daniel Ellsberg aseguró en una entrevista a la revista The Daily Best que la “vida de Julian Assange está en peligro”. Hablaba en boca de su experiencia. En esa entrevista contaba todos los ataques y coacciones que recibió.
Hace unas horas, Mark Stephens, el abogado británico de Assange, ha asegurado tener constancia de que un gran jurado ha sido formado en secreto" cerca de Washington para examinar los cargos que podrían ser presentados en Estados Unidos contra el fundador de Wikileaks.
La formación de un gran jurado encargado de definir las acusaciones contra una persona es estrictamente confidencial en Estados Unidos. Si la información es verdadera, significa que un proceso para inculparle puede ser inminente.
Quien avisa no es traidor, debe pensar la Administración de Barack Obama. Antes de la publicación de los documentos, el 28 de noviembre pasado, Wikileaks fue atacado hasta hacerlo colapsar y el Departamento de Defensa de EEUU amenazó a Assange sobre las consecuencias de publicar documentos secretos. Desde hace dos semanas repite machaconamente como una sirena que deseaba llevar a Assange a la Justicia, respondiendo a la ley estadounidense contra el espionaje.
Represalias hace 40 años y ahora
En este tiempo, las presiones políticas y económicas contra Julian Assange han pasado de la contundencia a la ineficacia pasando por lo cómico o lo extravagante.
Empezando por lo político. El senador independiente Joe Lieberman, jefe del Comité de Seguridad Nacional de esa cámara, obligó a la empresa Amazon a expulsar a Wikileaks de sus servidores. Un nutrido grupo de representantes y congresistas de EEUU exigió al Gobierno estadounidense que impida visitar la web Wikileaks.org desde direcciones norteamericanas y que elimine esa dirección permanentemente de todo el directorio de Internet. El honorable senador Peter T. King, miembro también del Comité de Seguridad Nacional, pide aplicar a Assange la Ley Antiterrorista. Hasta un asesor del primer ministro canadiense deseó que Assange fuese “asesinado”.
También desde el mundo empresarial ha sufrido ataques, si fuera posible hacer la distinción con el ataque político, pues una de las compañías que han negado sus servicios a Wikileaks, Paypal, ha reconocido hacerlo por presiones del Gobierno estadounidense. Así, le han negado sus servicios el gigante financiero MasterCard y el servicio de pago online Paypal. También Visa. Amazon retiró el alojamiento web a Wikileaks y PostFinance cerró la cuenta de Assange alegando que había proporcionado información falsa sobre su lugar de residencia.
Volviendo a las posibles semejanzas entre Wikileaks y Los Papeles del Pentágono. Algunos senadores norteamericanos han pedido que se investigue al The New York Times, uno de los periódicos elegidos para publicar la filtración. También recuerda a la publicación de Los Papeles del Pentágono. El entonces presidente Richard Nixon aseveró en una conversación que dejó grabada se le oía decir, respecto a la decisión del Times de publicar la historia: “Ese periódico no sabe lo que se le viene encima”.
No bromeaba. Las rotativas del Times fueron detenidas. Después las del The Washington Post que retomó la historia. El Boston Globe, Los Angeles Times... decenas de periódicos decidieron publicar los papeles. Hasta eso recuerda a Wikileaks, donde miles de hackers y seguidores han creado espejos (reproducciones) de la página con la información que contiene para evitar que se la boicotee con un posible cierre o ataque que la deje inoperativa, como se ha intentado hace unos días.
En aquellos días de 1971, Nixon dijo: "Es hora de que este país deje de tratar como héroes nacionales a los que roban secretos y los publican en periódicos". Entonces, tras las detenciones y cierres de rotativas, llegaron los juicios. El 1 de julio, el Tribunal Supremo fallaba a favor de la prensa en un día reconocido como histórico para la libertad de información y el filtrador Daniel Ellsberg quedaba poco después en libertad porque se descubrió que el Gobierno estadounidense cometió prevariación contra él y ocultó testigos. Esa historia tuvo un final feliz. El final de la histora de Julian Assange y Wikileaks está por escribirse.
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