Por Augusto Álvarez Rodrich
Por qué pienso votar por el ‘Sí’ en el referéndum.
La votación en el referéndum a favor de la devolución del Fonavi será aplastante, por lo que el gobierno debería empezar a diseñar un escenario para ese desenlace en vez de seguir soltando lágrimas de cocodrilo.
Los argumentos para oponerse al proyecto son conceptualmente válidos pero de utilidad práctica nula: es inconstitucional pues no se puede hacer consultas sobre tributos; es imposible individualizar el aporte; la devolución no será en efectivo; producirá un forado fiscal; la pregunta está mal planteada; etc.
Todo tan interesante como inoportuno, pues lo real es que habrá un referéndum el 3 de octubre y que la mayoría votará por el ‘sí’ pues sería insólito que la gente, en un gesto de responsabilidad inusitado, rechace la opción de ‘ganarse alguito’.
Tarde, cuando ya solo faltaban cinco semanas, el gobierno se acordó –a instancias de los medios– de que había un referéndum en camino y de que ‘algo’ tenía que decir. La manera de hacerlo fue –al estilo del presidente Alan García– con la fuerza de la amenaza en lugar de la potencia de la persuasión y, entonces, anunció que votar por el ‘sí’ era votar por la elevación de cuatro puntos en el IGV, lo cual afecta el bolsillo de todos.
Fue un conejo sacado del sombrero pero sin fundamento en un estimado que el gobierno ya debería haber hecho, en lugar de lanzar un cálculo exagerado, ‘silbando y mirando al techo’, que llegó a entre S/.20,000-30,000 millones, algo absurdo en un acreedor que entra a una disputa y cuyo interés debiera ser el reconocimiento del menor monto de deuda posible.
Fue una expresión de la improvisación de un gobierno que no se preparó para este referéndum, lo cual hubiera implicado calcular cuántos son los fonavistas o el monto a pagar luego de deducir, a valor presente, los proyectos ejecutados en rubros para los que se creó el fondo, así como el aporte de los empleadores. Estimados independientes concluyen que, en ese caso, la deuda no sería superior a S/.5,000-3,000 millones.
Pedro Pablo Kuczynski y Federico Salazar –que, hasta donde sé, aún no se han vuelto izquierdistas radicales– han dado argumentos en este tema que considero valiosos y que me persuadieron de revisar mi opinión inicial en este tema. El primero indica que “en una sociedad organizada y moderna los fallos de los tribunales se deben acatar”. El segundo señala que “no debemos aceptar más la política del perro muerto”.
Votar por el ‘sí’ en el referéndum del Fonavi es, además, una manera de vacunarnos contra los asaltos que les gusta hacer a los gobiernos a trabajadores y empresas sin explicación ni ofrecer un servicio real. Así como el primer gobierno del presidente García vacunó al país, a un costo tremendo, contra la irresponsabilidad y la demagogia macroeconómica, pagar est otra factura también nos hará bien.
La votación en el referéndum a favor de la devolución del Fonavi será aplastante, por lo que el gobierno debería empezar a diseñar un escenario para ese desenlace en vez de seguir soltando lágrimas de cocodrilo.
Los argumentos para oponerse al proyecto son conceptualmente válidos pero de utilidad práctica nula: es inconstitucional pues no se puede hacer consultas sobre tributos; es imposible individualizar el aporte; la devolución no será en efectivo; producirá un forado fiscal; la pregunta está mal planteada; etc.
Todo tan interesante como inoportuno, pues lo real es que habrá un referéndum el 3 de octubre y que la mayoría votará por el ‘sí’ pues sería insólito que la gente, en un gesto de responsabilidad inusitado, rechace la opción de ‘ganarse alguito’.
Tarde, cuando ya solo faltaban cinco semanas, el gobierno se acordó –a instancias de los medios– de que había un referéndum en camino y de que ‘algo’ tenía que decir. La manera de hacerlo fue –al estilo del presidente Alan García– con la fuerza de la amenaza en lugar de la potencia de la persuasión y, entonces, anunció que votar por el ‘sí’ era votar por la elevación de cuatro puntos en el IGV, lo cual afecta el bolsillo de todos.
Fue un conejo sacado del sombrero pero sin fundamento en un estimado que el gobierno ya debería haber hecho, en lugar de lanzar un cálculo exagerado, ‘silbando y mirando al techo’, que llegó a entre S/.20,000-30,000 millones, algo absurdo en un acreedor que entra a una disputa y cuyo interés debiera ser el reconocimiento del menor monto de deuda posible.
Fue una expresión de la improvisación de un gobierno que no se preparó para este referéndum, lo cual hubiera implicado calcular cuántos son los fonavistas o el monto a pagar luego de deducir, a valor presente, los proyectos ejecutados en rubros para los que se creó el fondo, así como el aporte de los empleadores. Estimados independientes concluyen que, en ese caso, la deuda no sería superior a S/.5,000-3,000 millones.
Pedro Pablo Kuczynski y Federico Salazar –que, hasta donde sé, aún no se han vuelto izquierdistas radicales– han dado argumentos en este tema que considero valiosos y que me persuadieron de revisar mi opinión inicial en este tema. El primero indica que “en una sociedad organizada y moderna los fallos de los tribunales se deben acatar”. El segundo señala que “no debemos aceptar más la política del perro muerto”.
Votar por el ‘sí’ en el referéndum del Fonavi es, además, una manera de vacunarnos contra los asaltos que les gusta hacer a los gobiernos a trabajadores y empresas sin explicación ni ofrecer un servicio real. Así como el primer gobierno del presidente García vacunó al país, a un costo tremendo, contra la irresponsabilidad y la demagogia macroeconómica, pagar est otra factura también nos hará bien.
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