Tal como evidenciaban algunos recientes indicadores económicos, China, país que lidera la recuperación mundial, ha desacelerado sus pasos. El PBI del gigante asiático avanzó 10.3% en el segundo trimestre del año, 1.6 puntos porcentuales menos que lo registrado a inicios del año, cuando sorprendió con un avance de 11.9%. La producción industrial incluso redujo su avance a 13.7% en los primeros seis meses del año, desde el 16.5% registrado hasta mayo.
Esta menor expansión (inferior a las previsiones) responde a las medidas de ajuste que implementa Beijing, ya desde hace algunos meses, al incrementarse el riesgo de un sobrecalentamiento que impulse la inflación, o de que se creen burbujas que puedan minar el avance de la economía china.
A despecho de la desaceleración, el aún alto ritmo de crecimiento de China es incomparable a lo que sucede en los países desarrollados, donde las cifras de avance son marginales y, peor aún, por ahora no tienen la seguridad de ser sostenibles.
La reciente disminución de la tasa de crecimiento en China debería aliviar en algo las presiones del Gobierno de ese país para implementar nuevas medidas de ajuste en su intento por evitar un recalentamiento. Aunque es posible que la inflación pueda llevar al banco central chino a incrementar su tasa de referencia levemente para fines del año.
Es de esperar que dadas las medidas de ajuste, la desaceleración se produzca tal como pretende Beijing, es decir, un aterrizaje suave de su economía. De esta manera, se alcanzaría un ritmo de crecimiento sostenible que no genere riesgos para sí misma.
Ello es crucial dado que la nación asiática, junto a otras naciones emergentes, son las que vienen mitigando la mala performance de las economías desarrolladas. China se ha convertido en un socio comercial importante para la región, incluido el Perú, y viene compensando en parte la menor demanda que se registra en EE.UU. y la Unión Europea.
Asimismo, el país asiático seguirá siendo el que lleve el ritmo de los precios de los metales industriales como el cobre o zinc, principales productos de exportación del Perú, razón por la que su evolución debe seguirse de cerca. Por ahora, parece claro que la desaceleración en China seguirá evidenciándose en los próximos meses.
Esta menor expansión (inferior a las previsiones) responde a las medidas de ajuste que implementa Beijing, ya desde hace algunos meses, al incrementarse el riesgo de un sobrecalentamiento que impulse la inflación, o de que se creen burbujas que puedan minar el avance de la economía china.
A despecho de la desaceleración, el aún alto ritmo de crecimiento de China es incomparable a lo que sucede en los países desarrollados, donde las cifras de avance son marginales y, peor aún, por ahora no tienen la seguridad de ser sostenibles.
La reciente disminución de la tasa de crecimiento en China debería aliviar en algo las presiones del Gobierno de ese país para implementar nuevas medidas de ajuste en su intento por evitar un recalentamiento. Aunque es posible que la inflación pueda llevar al banco central chino a incrementar su tasa de referencia levemente para fines del año.
Es de esperar que dadas las medidas de ajuste, la desaceleración se produzca tal como pretende Beijing, es decir, un aterrizaje suave de su economía. De esta manera, se alcanzaría un ritmo de crecimiento sostenible que no genere riesgos para sí misma.
Ello es crucial dado que la nación asiática, junto a otras naciones emergentes, son las que vienen mitigando la mala performance de las economías desarrolladas. China se ha convertido en un socio comercial importante para la región, incluido el Perú, y viene compensando en parte la menor demanda que se registra en EE.UU. y la Unión Europea.
Asimismo, el país asiático seguirá siendo el que lleve el ritmo de los precios de los metales industriales como el cobre o zinc, principales productos de exportación del Perú, razón por la que su evolución debe seguirse de cerca. Por ahora, parece claro que la desaceleración en China seguirá evidenciándose en los próximos meses.
GESTIÓN.
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