Más que sorpresa, la postulación a la Alcaldía de Lima de Álex Kouri por el partido Cambio Radical ha sido un duro remezón que nos ha hecho ver la triste y desesperanzadora realidad de los políticos y de los partidos.
El escenario es surrealista. El presidente regional del Callao, y antes alcalde de la provincia constitucional, decide postular por Lima, pero sin tener ni dirección formal en la provincia capital ni un partido político calificado para esa lid que lo respalde.
Sin embargo, en el Perú de hoy, eso no parece ser problema: primero el alcalde de Los Olivos, un ex fujimorista, le ofrece su partido, Siempre Unidos, con inscripción para poder postular, aunque la negociación se frustra. Luego, el ex aprista José Barba, que en un primer momento negó su respaldo a Kouri, anuncia sin sonrojarse que este postulará con el rótulo de su partido.
¿Qué está pasando aquí, cuando la política parece un mercado de etiquetas con su inevitable toma y daca? ¿Es que no hemos aprendido nada de la experiencia nefasta de UPP, que en las elecciones generales pasadas iba a llevar como candidato presidencial a Yehude Simon, pero luego a última hora decidió prestar su “vientre de alquiler” político a Ollanta Humala?
¿Hemos olvidado las graves consecuencias que ello trajo en caudillismo, nepotismo, transfuguismo y división en bloques dentro del Congreso y fuera de él? Y este experimento supuestamente modernizador incurrió en los peores errores de la política tradicional, llevando a polémicos personajes con impresentables antecedentes, confundiendo inmunidad con impunidad (puro otoronguismo) y de espaldas a la ciudadanía que los eligió.
Los peruanos, y los vecinos limeños en este caso, no podemos pasar por alto estas irregularidades, que debieran llevar a las autoridades del JNE y del propio Congreso a fiscalizar exhaustivamente este proceso eleccionario o, en todo caso, a proponer iniciativas legales para evitar este contrabando democrático.
La democracia valora el voto universal, pero dentro de un sistema organizado con reglas de juego claras y con partidos políticos sólidos, que practiquen dentro de sí los principios democráticos con elecciones internas. Es decir, lo normal en el caso de Kouri hubiera sido que, con la antelación debida, formase un partido de alcance nacional con todo lo que ello implica en recojo de firmas y locales provinciales, para poder presentarse.
Esa es la razón de ser de los partidos: ser vehículos de participación ciudadana, para lo cual deben contar con un liderazgo claro, una ideología definida, planes de gobierno y cuadros profesionales y técnicos que, llegado el caso, puedan desempeñarse en el manejo de las diversas parcelas de la administración estatal.
Esta visión ética, ordenada y de compromiso con el país, que es lo que debiera ser la política, es radicalmente distinta del caudillismo, ambición de poder, autoritarismo, incoherencia y arbitrariedad que muestran algunos caciques partidarios que ofrecen sus inscripciones a cambio de quién sabe qué, así como los políticos que, confundiendo interesadamente compromiso con pragmatismo o formalidad, se avienen a esas transacciones oportunistas.
¿Qué programa de gobierno aplicarán y bajo qué doctrina? ¿A qué liderazgo y partido rendirán cuentas? ¿A qué mejor postor ofrecerán su inscripción luego? Los ciudadanos estamos advertidos.
(Editorial de El Comercio)
NOTA DE REDACCIÓN:
En gran medida es cierto lo que menciona El Comercio; en el Perú existe un problema fundamental es LA DEBILIDAD DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS, partidos carentes de concepción ideológica (sólo lo tienen los diversos Partidos Comunistas, con sus variantes; el Apra no tiene una concepción ideológica clara, varía de acuerdo a las circunstancias, en todo caso tiene una ideología ecléctica; Acción Popular, una cosa fue con Belaúnde y otra con Vitocho o Lezcano; los demás partidos que existen simplemente nadan en el limbo); asimismo carecen de programas políticos producto de la ofensiva neoliberal.
En Cañete, la situación es similar e incluso peor, candidatos que empiezan recogiendo firmas (a veces ni siquiera la recogen) pero con un interés: PRESIONAR A UN GRUPO (sea movimiento o partidillo) PARA QUE LUEGO LE OFREZCAN SER CANDIDATO, ¿alguién se inmuta? nadie, absolutamente nadie, pese incluso a que hay diferencias abismales de posiciones políticas.
Esta situación es el reflejo de cómo está la sociedad peruana, en una crisis de instituciones, crisis del Estado en sí y es producto de las políticas neoliberales, cuyo objetivo es reducir al Estado a su mínima expresión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario