Por Humberto Campodónico
Al decir que “no se cambiará ni una coma del contrato firmado con Perú LNG”, el gobierno demuestra que más le interesa la defensa de intereses empresariales que el suministro de energía para el país en el corto y en el largo plazo.
El orden debería ser el inverso: la energía para el Perú viene primero, lo que implica que el gas del Lote 88 y del Lote 56 debe destinarse exclusivamente al mercado interno. Para ello hay que sentarse a la mesa con el consorcio Perú LNG y renegociar el contrato de exportación.
El gobierno tiene varias piezas legales de mucha fuerza, entre ellas el informe del estudio Payet, Rey y Cauvi que establece que el gas del Lote 56 no puede ser transportado por TGP ya que existe una cláusula en el contrato con el gobierno que establece la exclusividad para el gas del Lote 88. Eso no puede ser modificado con una declaración de renuncia unilateral de dicho consorcio, pues el gobierno es una de las partes y tendría que aceptarla vía una adenda al contrato. Lo que no ha sucedido.
Si no se puede exportar gas del Lote 56 por el gasoducto de TGP, entonces el contrato de exportación se cae. ¿Qué alternativas se pueden encontrar? Una de ellas podría ser la siguiente: como el contrato de exportación a México es por 4.1 bpc en 18 años, se podría sustituir el gas de los Lotes 88 y 56 por los dos (2) bpc que ha encontrado Repsol en el Lote 57. Eso solucionaría la mitad del problema y liberaría de inmediato dos (2) bpc del Lote 88 para el mercado interno.
Pero Repsol no quiere exportar ese gas y prefiere venderlo en el mercado interno, a lo cual el gobierno ya accedió pues ya se van a subastar 155 millones de pies cúbicos diarios. No, pues. Repsol no debería negarse a exportar porque el mecanismo es el siguiente: el consorcio Camisea, que explota los Lotes 88 y 56, le vende el gas a Perú LNG.
En Pampa Melchorita, se le convierte en Gas Natural Licuado y, en ese estado, Perú LNG se lo vende a Repsol, que se lo lleva en buques a México y lo vende. En otras palabras, una vez que Perú LNG vende en Pampa Melchorita, todo el resto del negocio es de Repsol. ¿Por qué entonces no quiere Repsol usar su propio gas para exportarlo?
La respuesta es simple: Repsol gana más vendiendo “su” gas del Lote 57 aquí que exportándolo. Solo cuando el gas es “de otro” (Lote 88) poco le importa que se venda a precio vil porque su negocio es el de un comerciante: se lo compra barato a Perú LNG y se lo vende más caro a México. Ya. Eso es lo que quiere Repsol. ¿Y nuestro gobierno por qué no nos defiende? Porque no quiere cambiar “ni una coma”.
Un segundo tema es comprarle el gas a Perú LNG para que no se exporte. ¿Qué cosa, dirán algunos? Veamos. Sucede que el precio en el Perú es “netback”: se determina restando al precio en México todos los costos del proceso. El precio actual en México es US$ 4/MMBTU y recientes innovaciones tecnológicas (shale gas) indican que no habría modificaciones sustantivas.
Sigamos. Hay que descontar US$ 1.4/MMBTU para el transporte a México y la regasificación. Y hay que descontar el precio que cobra Perú-LNG por el costo de licuefacción del gas más el transporte desde Camisea hasta Pampa Melchorita, que es de US$ 2.1 por millón de BTU (Línea 4 del cuadro; las cifras son de Perú LNG).
Esto quiere decir que si a Perú-LNG se le paga US$ 2.1/MMBTU (menos el costo del transporte Cañete-Camisea), ellos recibirían lo mismo que si lo exportaran y podrían amortizar su inversión sin ningún problema. Claro, habría que conversar con México y ver cómo los privados financian esa compra pero, ojo, ese precio es super barato, pues Chile está importando LNG a US$ 10/MMBTU.
Con voluntad política hay muchas alternativas que permiten cumplir con los intereses energéticos del Perú: primero la demanda interna, después la exportación. Solo basta querer mover, aunque sea, “algunas comas”.
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