martes, 11 de enero de 2011

La política como corrupción




Por Nicolás Lynch

Estos días han sido un buen ejemplo de lo que pasará en las próximas semanas de campaña. Los cinco candidatos de la derecha neoliberal son demasiados para ocupar un mismo espacio político. Ello ha hecho, inevitablemente, que empiecen a acuchillarse. Pero no solo entre los diversos candidatos, sino también dentro de un mismo partido, como es el caso del Apra.

El motivo es el mismo: la corrupción. No por gusto el lema de esta campaña electoral es una máxima del propio Presidente de la República: “La plata viene sola”. Los líos en la derecha tienen el mismo origen, el entendimiento de la política como un negocio. Lo curioso es que unos corruptos acusan a otros corruptos de corruptos cuando todos están en la misma danza. El extremo de esta situación es el comportamiento patético de Mercedes Aráoz, quien sacrifica a un sospechoso para que no podamos ver a los demás.

Sin embargo, están en un remolino difícil de salir sin renegar del cordón umbilical que los une a todos: el continuismo neoliberal.

La recaptura del Estado por los grandes intereses privados que se ejecutó durante la dictadura de Fujimori y Montesinos nos dejó un Estado y un mercado con dueños muy poderosos que han llevado al país a perder lo que ganó de modernidad con la separación entre economía y política en la segunda mitad del siglo XX. Esta falta de separación tiene un ejemplo notable en aquella señora que habría pagado una suma astronómica por una candidatura, suma que no se justifica sino por la influencia que el cargo de elección popular eventualmente le pueda dar y del que ella pudiera beneficiarse para uso propio o de terceros.

En esta visión lo colectivo, el interés general, el proyecto común, el Perú finalmente, desaparecen. Toda esa retórica no es sino el engañamuchachos para el enriquecimiento personal. La política entonces se aleja no solo de la idea de servicio, que sería el extremo generoso, sino también de la competencia por el poder entendida como la competencia por liderar el destino de todos. La política pasa a ser, ni más ni menos, que la competencia por ver quién se llena los bolsillos de plata mejor y más rápido. En este contexto el saqueo del gas de Camisea o el remate del puerto del Callao adquieren pleno sentido como una lógica de piratas que asaltan un botín y utilizan el poder del Estado cautivo.

Si nos dejamos vencer por la lógica de los piratas quizá no tendremos Estado ni país en pocas generaciones.

http://nicolaslynch.com/

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