lunes, 16 de agosto de 2010

Una marca dañada


Por Humberto Campodónico

Si bien muchos de los efectos del Consenso de Washington (CdW) están todavía presentes en las economías de los países de la Región, la mayoría de analistas está de acuerdo en considerar que su “reinado” tuvo corta duración: fueron 10 años que van desde 1989-90 (al final de la “década perdida” por la crisis de la deuda externa) hasta 1998-99, años en que se desata la crisis asiática, seguida de la crisis rusa y brasileña (1998-99).

Eso mismo dice un reciente informe (1) de Nancy Birdsall (ex vicepresidenta ejecutiva del BID), Augusto de la Torre (economista jefe del Banco Mundial, América Latina) y Felipe Valencia Caicedo (consultor del Banco Mundial). Afirman que los logros del CdW (liberalización y desregulación de los mercados y privatizaciones) se concentran en las políticas macroeconómicas. Así se resalta que se controló casi completamente la inflación, a través de políticas en las que los bancos centrales tuvieron una marcada importancia porque se eliminó el financiamiento monetario de los déficits fiscales (cayó la “maquinita”).

También se logró reducir la tendencia crónica a los desequilibrios fiscales, para lo cual ayudó mucho la reducción de la deuda externa en el marco del Plan Brady. Así, el déficit promedio del sector público pasó de 2.4% del PBI en 1980-89 a casi cero (0) en el periodo 1990-95. En ese mismo lapso la deuda externa del sector público cayó del 60 al 40% del PBI. Pero donde casi no hubo avances fue en materia de reforma tributaria, pues esta sigue siendo, en promedio, una de las más bajas del mundo, con el agravante de que tiene un sesgo marcado hacia la predominancia de los impuestos indirectos. ¿Por qué “se cayó” el CdW? Los autores pasan revista a lo que consideran los argumentos más importantes:

1) los que dicen que el programa económico era impecable y que el problema estuvo en la forma de implementarlo.

2) Los que dicen que el programa estaba errado porque, de un lado, su comprensión del proceso de los lazos entre las reformas económicas y sus impactos era muy simplista y, de otro, porque la secuencia de las reformas estuvo errada (por ejemplo, la apertura financiera no debía preceder a la comercial, pero eso fue lo que sucedió).

3) Que todas las reformas incluidas en el paquete eran necesarias, pero que no estaban incluidas todas aquellas que eran necesarias. Así, la reforma se aplicó de manera incompleta.

¿Cuál fue el efecto del Cdw sobre el crecimiento? Dicen que si bien los primeros estudios afirman que las reformas elevaron el crecimiento en 2% del PBI a principios de los 90, otros estudios, como el de Lora y Panizza (en el 2000), demuestran que los reformas solo aumentaron el crecimiento en 0.6% del PBI, comparando 1997-99 contra 1985-87.

El texto es concluyente en resaltar los efectos negativos del CdW sobre la equidad, pues dice que ésta para nada fue tomada en cuenta en el decálogo inicial. Afirman que “la alta desigualdad en la distribución de los ingresos no solo reduce el impacto del crecimiento en la reducción de la pobreza, sino que también puede contribuir al bajo crecimiento, lo que a su vez hace más difícil reducir la desigualdad”. Así, “el efecto total de las reformas en la distribución del ingreso fue neutral –en el mejor de los casos– y malo –en el peor de los casos–”.

Los autores terminan diciendo que cuando la Región entraba al nuevo milenio el CdW estaba desacreditado. Hoy en los países en desarrollo, incluida América Latina, “el matrimonio del Estado y los mercados está fuertemente enraizado, en momentos en que la economía global sufre fuertes shocks. Así, los límites y beneficios del rol del Estado en una economía global estarán otra vez en la agenda y, claro está, con un mayor sentido de urgencia”. Lástima que en el Perú –a diferencia de toda América Latina– todavía siga vigente el vetusto y obsoleto Consenso de Washington.

(1) “El Consenso de Washington: evaluando una marca dañada”, Center for Global Development, www.cgdev.org, mayo del 2010. Este documento forma parte del “Manual de economía para América Latina”, compilado por José Antonio Ocampo y Jaime Ros, de próxima publicación por Oxford University Press.

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