Por Humberto Campodónico
En los últimos meses y semanas ha habido varios hechos económicos que apuntan a un recrudecimiento de la crisis económica del 2008, que parecía –para muchos analistas– haberse resuelto en el 2009 y, sobre todo, en los primeros meses del 2010. Sin embargo, las señales negativas se vienen multiplicando, tanto en Europa como en EEUU, a tal punto que se dice que ésta es una “recesión con doble zambullida” (double dip recession), en forma de W.
En el caso europeo, el enorme endeudamiento de muchos países, entre ellos los llamados PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España, pero no solamente ellos), ha agudizado los déficits fiscales, causando la preocupación de los acreedores, lo que, a su vez, ha tenido efectos desestabilizadores para el euro.
La respuesta de política económica que han dado la mayoría de los países con problemas ha sido meterles verdaderos hachazos de leñador a los déficits fiscales. Dijo Jean Paul Trichet, Presidente del Banco Central Europeo, que eso “impulsaría el crecimiento económico pues mejoraría la confianza de consumidores e inversionistas” (Trichet urge a los gobiernos de la UE a recortar los déficits, Bloomberg, 4/7/10).
¿Qué cosa? ¿Reducir el déficit fiscal impulsa el crecimiento, justo cuando está en rojo o va hacia él? Parecía que ese grave error (parecido al cometido por el Presidente Herbert Hoover en la crisis del 29, lo que agudizó la crisis) ya había sido superado por las recomendaciones keynesianas. Pero no, en varios países de Europa (no en Alemania y algunos otros) se está aplicando una política pro-cíclica que va a reforzar los evidentes signos de recesión económica.
Algunos analistas afirman que esto no es un error sino el “doloroso costo” a asumir para terminar con el excesivo gasto que representa el Estado de Bienestar. Por tanto, lo que está detrás de los hachazos es la reducción de la participación de los asalariados en la masa monetaria (reducción de sueldos) y, también, en la infraestructura pública. Con este enfoque, los trabajadores serían los causantes de la crisis (y por tanto, pagan el pato), excluyendo de toda responsabilidad, de un lado, a la falta de regulación económica y, de otro, a las propias limitaciones del sistema para seguir creciendo.
En EEUU, ya llegó a su fin el Plan Estímulo de fines del 2008 y del 2009. Se creía que con ese empujón estatal, el carro podía “meter segunda” y volver a avanzar por sus propios medios. Pero eso no está sucediendo: los indicadores dicen que sigue bajando la construcción de nuevas casas (un indicador clave), mientras que el desempleo –que no mejoró en la etapa de breve crecimiento– sigue cercano al 10%, disminuyendo la capacidad adquisitiva de la población.
Lo peor podría ser el avance de un “sentido común” anti-déficits fiscales , el mismo que es impulsado por los republicanos, pero que también llega a importantes sectores demócratas, comenzando por sus ministros y el propio Barack Obama. Agreguemos que está en debate si se hace permanente el recorte de impuestos a los ricos de la era Bush. Según Krugman, esto no tendría impacto en el consumo privado, pero sí reduciría los ingresos fiscales en US$ 860,000 millones en los próximos 10 años. En este contexto no habría Plan Estímulo II, agravándose las tendencias recesivas.
No cabe duda de que si continúan imponiéndose los leñadores fiscales, en EEUU y Europa, es probable que la “doble zambullida” se vuelva una realidad (Nouriel Roubini dice que hay un 40% de chance de que eso suceda), afectando también el crecimiento de China y del resto del mundo –lo que nos incluye–.
Lo preocupante es que el debate está girando alrededor de “gastar o no gastar”, dejando de lado el problema de fondo: que los signos de estancamiento de la economía de EEUU y Europa ya estaban presentes hace buen tiempo, incluso si han aparecido nuevos inventos y tecnologías que, se pensaba, podían relanzar el crecimiento económico, impulsando una nueva Onda Larga del sistema capitalista. Lo que no ha sucedido. Sobre ese importante tema volveremos en un próximo artículo
En los últimos meses y semanas ha habido varios hechos económicos que apuntan a un recrudecimiento de la crisis económica del 2008, que parecía –para muchos analistas– haberse resuelto en el 2009 y, sobre todo, en los primeros meses del 2010. Sin embargo, las señales negativas se vienen multiplicando, tanto en Europa como en EEUU, a tal punto que se dice que ésta es una “recesión con doble zambullida” (double dip recession), en forma de W.
En el caso europeo, el enorme endeudamiento de muchos países, entre ellos los llamados PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España, pero no solamente ellos), ha agudizado los déficits fiscales, causando la preocupación de los acreedores, lo que, a su vez, ha tenido efectos desestabilizadores para el euro.
La respuesta de política económica que han dado la mayoría de los países con problemas ha sido meterles verdaderos hachazos de leñador a los déficits fiscales. Dijo Jean Paul Trichet, Presidente del Banco Central Europeo, que eso “impulsaría el crecimiento económico pues mejoraría la confianza de consumidores e inversionistas” (Trichet urge a los gobiernos de la UE a recortar los déficits, Bloomberg, 4/7/10).
¿Qué cosa? ¿Reducir el déficit fiscal impulsa el crecimiento, justo cuando está en rojo o va hacia él? Parecía que ese grave error (parecido al cometido por el Presidente Herbert Hoover en la crisis del 29, lo que agudizó la crisis) ya había sido superado por las recomendaciones keynesianas. Pero no, en varios países de Europa (no en Alemania y algunos otros) se está aplicando una política pro-cíclica que va a reforzar los evidentes signos de recesión económica.
Algunos analistas afirman que esto no es un error sino el “doloroso costo” a asumir para terminar con el excesivo gasto que representa el Estado de Bienestar. Por tanto, lo que está detrás de los hachazos es la reducción de la participación de los asalariados en la masa monetaria (reducción de sueldos) y, también, en la infraestructura pública. Con este enfoque, los trabajadores serían los causantes de la crisis (y por tanto, pagan el pato), excluyendo de toda responsabilidad, de un lado, a la falta de regulación económica y, de otro, a las propias limitaciones del sistema para seguir creciendo.
En EEUU, ya llegó a su fin el Plan Estímulo de fines del 2008 y del 2009. Se creía que con ese empujón estatal, el carro podía “meter segunda” y volver a avanzar por sus propios medios. Pero eso no está sucediendo: los indicadores dicen que sigue bajando la construcción de nuevas casas (un indicador clave), mientras que el desempleo –que no mejoró en la etapa de breve crecimiento– sigue cercano al 10%, disminuyendo la capacidad adquisitiva de la población.
Lo peor podría ser el avance de un “sentido común” anti-déficits fiscales , el mismo que es impulsado por los republicanos, pero que también llega a importantes sectores demócratas, comenzando por sus ministros y el propio Barack Obama. Agreguemos que está en debate si se hace permanente el recorte de impuestos a los ricos de la era Bush. Según Krugman, esto no tendría impacto en el consumo privado, pero sí reduciría los ingresos fiscales en US$ 860,000 millones en los próximos 10 años. En este contexto no habría Plan Estímulo II, agravándose las tendencias recesivas.
No cabe duda de que si continúan imponiéndose los leñadores fiscales, en EEUU y Europa, es probable que la “doble zambullida” se vuelva una realidad (Nouriel Roubini dice que hay un 40% de chance de que eso suceda), afectando también el crecimiento de China y del resto del mundo –lo que nos incluye–.
Lo preocupante es que el debate está girando alrededor de “gastar o no gastar”, dejando de lado el problema de fondo: que los signos de estancamiento de la economía de EEUU y Europa ya estaban presentes hace buen tiempo, incluso si han aparecido nuevos inventos y tecnologías que, se pensaba, podían relanzar el crecimiento económico, impulsando una nueva Onda Larga del sistema capitalista. Lo que no ha sucedido. Sobre ese importante tema volveremos en un próximo artículo
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