Por Humberto Campodónico
“Pero ahora, cuando ha llegado el momento en que se inicia la exportación, es cuando se exige que el gas no se exporte, olvidando que solo con ese estímulo se logró que nosotros hayamos utilizado ya por cinco años el gas” (Alan García, 28/7/10). Añadió: “Sin la oferta de exportar el gas ninguna empresa hubiera invertido US$ 2,300 millones en las plantas de fraccionamiento o cientos de millones en la perforación y menos en un gasoducto de US$ 800 millones que desde hace 5 años nos sirve a nosotros”.
Estas afirmaciones no son ciertas pues el proyecto Camisea del Lote 88 comenzó en el 2000 como un proyecto ligado únicamente al mercado interno. Para que el proyecto sea rentable, el consorcio Camisea se acogió al DL 818 de 1996, que amplió el arrastre de pérdidas de 4 a 8 años, fraccionó el pago de aranceles en un periodo de 7 años (y no de inmediato) y se acogió a la recuperación anticipada del IGV (DS-095-98-EF).
Se trata de un típico caso de “industria naciente”, en el que el Estado le proporciona a la empresa, al principio, toda una serie de incentivos para que el proyecto despegue. Otros incentivos fueron el adelanto (al 2002) de la Garantía de la Red Principal (que todos pagamos en la tarifa eléctrica y que fue lo que permitió que se construya el gasoducto) y el contrato de Electroperú por el cual se garantizaba la compra sí o sí (take or pay) al Consorcio Camisea de 70 millones de pies cúbicos diarios.
Con todos estos incentivos el gasoducto del Lote 88 llegó a Lima en agosto del 2004. ¿Cuándo se firmó el contrato por el Lote 56, destinado a la exportación? En setiembre del 2004. Nada tuvo que ver la exportación en el desarrollo de esta industria naciente.
No solo eso. García infla las cifras, porque la inversión del Lote 88 fue de U$ 850 millones en la explotación (lo que incluye la perforación de pozos y las plantas de fraccionamiento), US$ 800 millones en el gasoducto de Camisea a Lima y US$ 70 millones en la distribución. El monto es importante y estamos de acuerdo con sus efectos positivos para el mercado interno. Pero, ojo, no son los montos de los que habla García y nada tiene que ver la exportación.
En su discurso García retrocede con respecto a lo que dijo el año pasado, pues ahora está a favor de que se consuma el despojo del gas del Lote 88 que fue un “regalo de Dios”, pues la Shell no lo pudo explotar y revirtió gratis al Estado. El año pasado dijo que el cambio de las leyes que permitieron que se exporte el gas del Lote 88, en el 2005-2006, era un delito. Eso “ya fue”.
También dijo que la exportación solo procedería si primero se abastece al mercado interno. Eso no sucede, pues hay racionamiento para las empresas peruanas, ya que 2 TCF del Lote 88 están inmovilizados, pues son la garantía del contrato a México.
La cuestión es más bien al revés. Ha sido el proyecto de exportación el que se ha beneficiado del mercado interno en varios aspectos. Primero, en el tramo del ducto de la selva, Perú LNG va a usar el gasoducto del Lote 88, que tiene exclusividad de 10 años para el mercado interno. Segundo, la planta de fraccionamiento de líquidos, construida para el Lote 88, es usada para el Lote 56. Tercero, el ducto de líquidos de Camisea a Pisco del Lote 88 es usado por el Lote 56. Cuarto, han sido las utilidades del Lote 88 (y en los últimos dos años) y las del Lote 56 las que le han permitido a Perú LNG financiar el proyecto de exportación, las mismas que ascienden a US$ 1,000 millones (ver Camisea y los negocios vinculados, www.cristaldemira.com, 17/5/10).
Finalmente, ¿por qué García, de un lado, levanta las inversiones de Perú LNG y, de otro, dice que va a renegociar las regalías, lo que solo es un aspecto mínimo de todo el problema? La respuesta es: para tapar el sol con el dedo de las regalías y que la gente piense que “está bien exportar el gas”. Está claro para quien juega García y, también, debiera estar claro que la exportación del gas no es aceptable.
“Pero ahora, cuando ha llegado el momento en que se inicia la exportación, es cuando se exige que el gas no se exporte, olvidando que solo con ese estímulo se logró que nosotros hayamos utilizado ya por cinco años el gas” (Alan García, 28/7/10). Añadió: “Sin la oferta de exportar el gas ninguna empresa hubiera invertido US$ 2,300 millones en las plantas de fraccionamiento o cientos de millones en la perforación y menos en un gasoducto de US$ 800 millones que desde hace 5 años nos sirve a nosotros”.
Estas afirmaciones no son ciertas pues el proyecto Camisea del Lote 88 comenzó en el 2000 como un proyecto ligado únicamente al mercado interno. Para que el proyecto sea rentable, el consorcio Camisea se acogió al DL 818 de 1996, que amplió el arrastre de pérdidas de 4 a 8 años, fraccionó el pago de aranceles en un periodo de 7 años (y no de inmediato) y se acogió a la recuperación anticipada del IGV (DS-095-98-EF).
Se trata de un típico caso de “industria naciente”, en el que el Estado le proporciona a la empresa, al principio, toda una serie de incentivos para que el proyecto despegue. Otros incentivos fueron el adelanto (al 2002) de la Garantía de la Red Principal (que todos pagamos en la tarifa eléctrica y que fue lo que permitió que se construya el gasoducto) y el contrato de Electroperú por el cual se garantizaba la compra sí o sí (take or pay) al Consorcio Camisea de 70 millones de pies cúbicos diarios.
Con todos estos incentivos el gasoducto del Lote 88 llegó a Lima en agosto del 2004. ¿Cuándo se firmó el contrato por el Lote 56, destinado a la exportación? En setiembre del 2004. Nada tuvo que ver la exportación en el desarrollo de esta industria naciente.
No solo eso. García infla las cifras, porque la inversión del Lote 88 fue de U$ 850 millones en la explotación (lo que incluye la perforación de pozos y las plantas de fraccionamiento), US$ 800 millones en el gasoducto de Camisea a Lima y US$ 70 millones en la distribución. El monto es importante y estamos de acuerdo con sus efectos positivos para el mercado interno. Pero, ojo, no son los montos de los que habla García y nada tiene que ver la exportación.
En su discurso García retrocede con respecto a lo que dijo el año pasado, pues ahora está a favor de que se consuma el despojo del gas del Lote 88 que fue un “regalo de Dios”, pues la Shell no lo pudo explotar y revirtió gratis al Estado. El año pasado dijo que el cambio de las leyes que permitieron que se exporte el gas del Lote 88, en el 2005-2006, era un delito. Eso “ya fue”.
También dijo que la exportación solo procedería si primero se abastece al mercado interno. Eso no sucede, pues hay racionamiento para las empresas peruanas, ya que 2 TCF del Lote 88 están inmovilizados, pues son la garantía del contrato a México.
La cuestión es más bien al revés. Ha sido el proyecto de exportación el que se ha beneficiado del mercado interno en varios aspectos. Primero, en el tramo del ducto de la selva, Perú LNG va a usar el gasoducto del Lote 88, que tiene exclusividad de 10 años para el mercado interno. Segundo, la planta de fraccionamiento de líquidos, construida para el Lote 88, es usada para el Lote 56. Tercero, el ducto de líquidos de Camisea a Pisco del Lote 88 es usado por el Lote 56. Cuarto, han sido las utilidades del Lote 88 (y en los últimos dos años) y las del Lote 56 las que le han permitido a Perú LNG financiar el proyecto de exportación, las mismas que ascienden a US$ 1,000 millones (ver Camisea y los negocios vinculados, www.cristaldemira.com, 17/5/10).
Finalmente, ¿por qué García, de un lado, levanta las inversiones de Perú LNG y, de otro, dice que va a renegociar las regalías, lo que solo es un aspecto mínimo de todo el problema? La respuesta es: para tapar el sol con el dedo de las regalías y que la gente piense que “está bien exportar el gas”. Está claro para quien juega García y, también, debiera estar claro que la exportación del gas no es aceptable.
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