martes, 9 de febrero de 2010

Asia y la exclusión


Por: Mariella Balbi

Para bien o para mal los balnearios cercanos a Asia se han convertido en el símbolo de lo exclusivo, el reducto de la “gente bien”. Su centro comercial en el kilómetro 90 —esto no es simbólico sino metálico—, mueve entre 200 millones y 300 millones de dólares durante la temporada veraniega. Un verano consumista, sin duda. Las diversas playas que conforman lo que se llama Asia tienen sus bemoles, están las más encumbradas y selectas, otras son menos “snob” y más sencillas, pero todas comparten el estar en un espacio privado, vigilado, donde solo transita quien forma parte del condominio o del club. Esto es lo que más aprecian los propietarios de esta zona tan reputada. Nadie roba en las casas, las bicicletas quedan afuera, los carros están bien cuidados.

El diseño de estas urbanizaciones buscó copar 30 kilómetros o más de playa con balnearios de diferentes nombres. Eso hizo que el acceso para quienes no eran dueños fuera prácticamente imposible. Se subsanó esto con corredores de entrada cada ocho kilómetros aproximadamente, pero no dejaron de ser discriminatorios. La playa no es privada en ninguna parte del mundo. En la Costa Azul, en Saint Tropez, en Cannes la gente se congrega masivamente en el verano. Es un Ancón o un Agua Dulce, pero de gente de tez blanca. Lo que han logrado los balnearios de Asia es dificultar, no impedir, el acceso a la playa de lugareños de Mala, de Santa Cruz de Flores y otras localidades, así como de quien quiere ir el domingo en un ómnibus a 90 km de Lima. Y eso es excluir y privar al ciudadano de un derecho.

Quien llega y no es del balneario se siente intimidado, en algunos lugares han lotizado la arena a tal punto que no hay sitio para extender una toalla. Hay otras tácticas, pero lo cierto es que se ve poca gente ajena a la urbanización. Quienes circulamos por todos los mares lo vemos. En Ancón, que no deja de ser exclusivo, eso no ocurre; tampoco en El Silencio, Pulpos, Punta Hermosa, Santa María, donde hay construcciones bastante costosas. La playa es para que convivan el blanco, el chino, el cholo, el mestizo, el sacalagua, el de ropa de baño de marca y el que se baña vestido, sea porque no tiene el dinero para un traje de baño o porque en su cultura el pudor es incompatible con la desnudez. En Asia se está propiciando una sociedad que margina, que no soporta la presencia del otro. Nadie fomenta un desmadre en las playas de todos. En Santa María, por ejemplo, ollas, basura, perros están prohibidos, enhorabuena. Bajo reglas respetadas y comunes a todos es posible la necesaria convivencia democrática

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