domingo, 11 de agosto de 2013

El templo zen más antiguo de Sudamérica está en Cañete

Aquí la senséi Jisen Oshiro con cuatro de sus discípulos en el templo reconstruido con losetas, adonde
                 llegarán más de 50 monjes zen de Japón, EE.UU. y Europa. (Paul Vallejos).

Más de 50 monjes de Japón y el mundo vendrán para honrar al sacerdote pionero. La senséi Jisen Oshiro conserva su tradición y dirige la comunidad de aprendices en Perú.

MIGUEL ÁNGEL CÁRDENAS
Cierta vez, un maestro zen palmoteó con todas sus fuerzas y le dijo a su discípulo: “Así suena un aplauso con las dos manos”. Pero, a continuación, le preguntó [y la pregunta resuena hasta hoy], sin mirarlo: “¿Y cómo suena un aplauso con una sola mano?”.

Hace siglos que se busca y encuentra una respuesta a este acertijo espiritual o koan del budismo zen. Un koan es un problema-poema con final abierto que un maestro lanza a su ‘pequeño saltamontes’, y que rompe los esquemas de la lógica y el absurdo para socavarle la razón y llevarlo a un ilimitado espacio de intuición y despertar (llamado satori).

Hace 110 años, con su singular respuesta al aplauso silencioso, llegó a las costas del Perú el monje Taian Ueno. Tenía solo 32 años y había abandonado la prefectura de Hyogo, en la isla de Honshu, para partir como misionero del budismo zen. El zen es la versión japonesa de las enseñanzas de meditación del Buda, que se difundieron hace 2.550 años en la India, se expandieron en el Tíbet y la China y se enraizaron en Japón, donde adquirieron un tono sobrio, de honor de samurái, menos mágico que en los Himalayas, pero con un sentido del humor que rompe las contracturas.

En 1907, Ueno fundó el templo Jionji (que significa ‘de la gran compasión’) en la hacienda Santa Bárbara de Cañete, el mismo que luego fue trasladado a San Luis y, después de un terremoto, se instaló en 1977 en lo que solía ser el primer colegio japonés. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón ha reconocido al Jionji como el santuario zen más antiguo de Sudamérica. Por esto, para honrar al pionero Ueno, la próxima semana llegarán a Cañete más de 50 monjes e historiadores de la madre patria del Sol Naciente, EE.UU. y Europa.

LA SENSÉI QUE SONRÍE
Con una sonrisa de chocolate blanco, la senséi Jisen Oshiro oficia en el reconstruido Jionji una ceremonia de honor a los antepasados: a los que fueron detenidos en Cañete y deportados a EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial. En esta tortuosa época, el Jionji fue tierra baldía y quedaron regados las ‘ihai’: las tablillas funerarias que guardaban los datos de los ancestros migrantes, detrás del templo. En los años 70 se recompuso apenas, sin monjes. Recién hace ocho años, Oshiro llegó al Perú, reformó el altar central y ayudó a conservar más de mil ‘ihai’, que datan de principios del siglo XX.

Hija de japoneses, la senséi nació en Argentina, estudió en colegio de monjas católicas y en una universidad jesuita hasta que las atrocidades de la dictadura argentina, en los años 70, la hicieron retornar a sus raíces. Y así viajó a Japón y pasó 10 años, sin luz ni calefacción ni teléfono, en las borrascosas montañas de Kumamoto.

Hoy tiene el grado de ‘daiosho’ de gran maestra, que solo llevan dos personas más en América. “El zen es volver la mirada al interior, no buscar afuera; y trabaja el humor: las personas incapaces de burlarse de sí mismas y de sus ‘objetos sagrados’ no son buenos estudiantes de zen, pues la iluminación es, en gran medida, ver la broma cósmica y soltar una buena carcajada”, afirma Oshiro, seria. Aunque el zen también es famoso por su feroz rectitud al sentarse a meditar con quietud y universal silencio. “Es la libertad a través de la disciplina, el zen enseña a través de la forma”.

Una vez un guerrero samurái llamado Nobushige preguntó al monje zen Hakuin:
-Maestro, ¿realmente existe el cielo y el infierno?
-¿Cómo te ganas la vida?-preguntó el maestro.
- Soy un samurái.
-¡Ja ja ja! ¿tú, un samurái? ¡Pareces un pordiosero!-se burló Hakuin.
-¿Qué? ¡te voy a hacer pedazos!-respondió Nobushige iracundo.
-¡Aquí están las puertas del infierno!- le dijo el monje zen.
- Discúlpeme… Por favor, perdone mi insolencia.
- Aquí están las puertas del cielo- concluyó el maestro sonriente.

Néstor Castilla es el primer novicio zen peruano. Se graduó en el 2012 en un ‘combate dharma’: un ritual de koans en que las preguntas eran como sables ninjas. Desde esa victoria, con sus paradójicas respuestas, es conocido como Sengen (“el ermitaño de lo indefinido”). A sus costados están Tenkai (‘ten’ es cielo y ‘kai’: mar), artista electrónico y profesor de creatividad de la UPC; y Wilder, piloto de aviones de 25 años y practicante de kendo, arte marcial con espada de bambú. Solo Néstor rasga el silencio: “En el zen hay la misma actitud para meditar y limpiar el inodoro, son lo mismo”. Y se escucha el sonido de un aplauso con tres manos.

LO ESENCIAL
BUDISMO ZEN
El zen es el resultado del encuentro de las enseñanzas hacia la iluminación de un príncipe de la India llamado Buda, la filosofía de Confucio y el taoísmo chino y la contemplativa cultura japonesa con tradiciones como el shintoísmo y su culto a los antepasados. El patriarca de la escuela Sotoshu, a la que pertenece el templo Jionji, es Eihei Dogen. El zen viene influyendo en el arte y la cultura de Occidente con sus ceremonias del té y filosofía estética.

CELEBRACIONES
Por los 110 años de la llegada del zen a Sudamérica se van a celebrar romerías, ceremonias y festejos con delegaciones de monjes de Japón y el mundo en Cañete. Se va a inaugurar la campana de la amistad Perú-Japón, que mide un 1 m de alto y 50 cm de diámetro. Y se realizará un ciclo se cine zen y un retiro de meditación. Más información en el templo de Miraflores: Arias Araguez 652. Teléfono: 6544202. O al: sotozenperu@gmail.com.

PARA CONOCER MÁS DEL ZEN EN EL PERÚ

Consultar los libros del historiador japonés Hirohito Ota en la editorial Perú Shimpo de la colonia japonesa

No hay comentarios: