Por: César Hildebrandt
Más huachafo que nunca, más sometido que nunca, más teatral que nunca, Alan García vuela a Chile, con autorización del Congreso del Perú, “para supervisar –según afirma la agencia oficial Andina- la entrega de la ayuda humanitaria enviada por el Perú”.
¿Supervisar la entrega de la ayuda humanitaria? ¿Para eso se necesita a un presidente de la república? ¿Es que García sospecha que la ayuda peruana pueda ser derivada a otras manos, como sucedió en Pisco con las donaciones extranjeras y, especialmente, con los 800,000 dólares aportados por el sindicato magisterial mexicano?
Más allá del insulto implícito en esa posible sospecha, García cree haber encontrado la ocasión perfecta para demostrar qué lazos de corazón y qué intereses cuantiosos lo ligan a Chile. Lo que no sabe es que los presidentes no hacen cosas como esta ni son del todo bienvenidos a la hora en que ha habido que balear a algunos de los cientos de saqueadores e imponer el orden, en Concepción, con cinco mil efectivos del ejército “autorizados a tirar a matar”.
Y justo en el momento en que Chile muestra su cara menos agradable, su tercermundismo caché, sus desigualdades maquilladas, sus vicios ocultos y su capacidad de ser brutal a la hora de exigirle a los pobres que esperen, justo, en ese momento, el inoportuno doctor García que padecemos hace maniobras para aterrizar en Santiago y salir en la foto de la catástrofe, a ver si le quita unos minutos de protagonismo a Hillary Clinton.
Bueno, no tengo duda de que la señora Bachelet será protocolar y bien educada y recibirá a García unos minutos (aunque para sus adentros reniegue de un metiche sentimental y de un oportunista lacrimógeno de tal calibre).
¿Es que Joselo, el Canciller de Cobre, no puede decirle a García que hay cosas que no se hacen?
No, no puede. Tiembla Joselo si tiene que decirle a García algo que le vaya a disgustar.
Mientras tanto, como si nada hubiera sucedido, LAN, la empresa del electo presidente de Chile (y ahora también de sus testaferros provisorios), amenaza al club peruano “Universitario de Deportes” con represalias severísimas si es que la “U” luce hoy, en su encuentro con Sporting Cristal, el logotipo de “Star Perú”.
“Star Perú” ha cerrado un trato con la “U”. Ese trato, sin embargo, contraría un contrato global firmado entre LAN y la apestosa “Asociación de Fútbol”, esa mafia que, usurpando intereses individuales, se ha comprometido a que ningún equipo de fútbol peruano luzca otro logo aéreo que no sea el de LAN.
La empresa peruana “Star Perú” es diminuta y su participación en el mercado, a partir de una flota rala, es marginal. Pero la Chilena LAN, con terremoto y todo, nos quiere imponer su virtual monopolio “por la razón o por la fuerza”.
Los directivos de la Asociación, que firman sobre cualquier línea punteada que huela a dinero, han hecho causa común con LAN y han amenazado a la “U” con suspender el torneo si “el contrato marco” no se respeta.
El problema, que podría tener un normal cauce judicial, quiere LAN resolverlo de una patada en la canilla. El gerente de recursos institucionales de la empresa Chilena amenazó ayer “con dejar sin pasajes aéreos” a todos los clubes peruanos si la “U” se atreve a desafiarlos. “Allí veremos cómo es que llegan a sus partidos”, añadió el patán de la estrella.
Y mientras eso ocurre, el doctor García, aconsejado por Velásquez Quesquén, (a) “Teníanos”, y por Alfredo M., (a) “Tenemos”, se va a Chile a sacarse la foto, a dicharachearle a “El Mercurio” y a desacreditar a la congoja.
¿Nadie le ha dicho que la sobriedad es una virtud y la pertinencia un mérito?
No. García no tiene consejeros. Sólo tiene sirvientes y amigos de lo ajeno.
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